Metralleta verbal y absurdo físico
El guión de la tercera entrega ya recibió luz verde, por lo que el chiste sobre el final de la segunda roza el cinismo. Dicho lo cual, no hay nada mejor en Comando especial 2 que la secuencia de títulos principales (ubicada, como en muchas películas contemporáneas, inmediatamente antes de la de cierre), una ingeniosa y velocísima joya de la comicidad que hace de la idea de secuela hollywoodense su principal blanco. En ella, Schmidt y Jenko –la pareja de policías interpretada, respectivamente, por Jonah Hill y Channing Tatum– “anticipan”, en poco más de cuatro minutos, los próximos episodios. Si en la Comando especial original el dúo desparejo se infiltraba en una escuela secundaria con la intención de combatir la circulación de una nueva droga recreativa y ahora el ámbito para sus actividades es el universitario, en este ¿falso? adelanto prometen nuevas aventuras en una escuela médica, en altamar, en un instituto para chefs, en el extranjero e incluso en el espacio, en una seguidilla de afiches y trailers que llega hasta la secuela número 23 y que incluye una magnífica serie de gags que no conviene revelar aquí.
Los cien minutos que la anteceden no están a la altura de esa maravillosa autoconciencia, aunque en cierta medida los realizadores intentan convencer al espectador de que parte de la gracia de Comando especial 2 descansa en la repetición de la estructura del film original, que funcionaba (y muy bien) por varias razones. En principio, por abandonar completamente cualquier atisbo de reverencia hacia la serie de televisión de fines de los ‘80 en la cual, muy libremente, estaba basada: 21 Jump Street, cuyo mayor mérito es el haber contado con un muy joven –y aún no muy conocido– Johnny Depp. Pero, fundamentalmente, por la sutil astucia con la cual los directores Phil Lord y Christopher Miller y el guionista Michael Bacall lograban reunir y remixar los tópicos del buddy film, la película de acción, el bromance y la teen movie –entre otras referencias cinematográficas–, acumulando gag tras gag con gran eficacia pero sin olvidar nunca la lógica narrativa.
22 Jump Street arranca con una persecución sobre el techo de un camión en movimiento que, más allá del evidente tono cómico, también funciona como escena de acción hecha y derecha. Ese énfasis en los tiros y las explosiones volverá a estar presente en otros momentos, uno de los cambios respecto del film original que, de-safortunadamente, le juega un poco en contra. Al mismo tiempo, daría la impresión de que Lord y Miller se rindieron casi por completo a la química entre Hill y Tatum (el gordito y el fibroso o el nerd y el cool, ambos tontolones e irresistibles) y a la capacidad del reparto para la metralleta verbal y el absurdo físico.
Hay en Comando especial 2 varios momentos altamente disfrutables, en particular los intercambios verbales, aunque muchos de ellos pierdan parte de su efectividad al ser traducidos del inglés original. Al mismo tiempo –gran paradoja–, hay algo un tanto cansino en el ritmo del film que poco y nada tiene que ver con su frenética velocidad crucero, como si el delirio que intenta alcanzar estuviera siempre un poco fuera de alcance. En todo caso, no es tanto un paso en falso para la dupla de directores como una creación menos inspirada. Vale la pena darse otra vuelta por La gran aventura Lego, a la fecha su largometraje más disparatado, divertido e inteligente.