El mismo amor, pistolas más caras
Así como Comando Especial utilizaba a su favor la autoconciencia de ser el relanzamiento de un producto televisivo de los ’80, en un mar fílmico de secuelas y reboots donde un guión original queda más perdido que la isla de Lost, Comando Especial 2 aplica la misma fórmula de tematizar –por momentos hasta el cansancio- que es una secuela, bajo el gastado lema de que las segundas partes nunca fueron mejores, al que convierte en una profecía (deliberadamente) autocumplida.
El encargado de explicar cómo la estructura de la película replica a la primera es el jefe Hardy (Nick Offerman, quien continúa con su eficiente variación cinematográfica de su personaje de la serie Parks and Recreation) al reenviar a los detectives Jenko (Channing Tatum) y Schmidt (Jonah Hill), tras otra misión fallida, al comando especial aludido, ahora situado en la calle Jump 22. En los primeros minutos Hardy ya vaticina (cual coro griego unipersonal y con mostacho), en un monólogo casi ininterrumpido, los vaivenes que sufrirá la dupla a lo largo de la investigación a realizar, que es exactamente la misma que en la primera película –atrapar al proveedor de una nueva droga- con la diferencia que esta vuelta deben infiltrarse en una universidad en vez de un colegio secundario. De la misma forma que establece el doble juego de jefe/productor de cine que les avisa a Jenko y Schmidt cuán mala idea le parece que copien verbatim la operación/película previa, les informa reiteradamente que ante el éxito inesperado de la misión/film anterior, tienen mucho más presupuesto para armas/cámaras y el cuartel/set.
Más plata y la confianza en la química ya probada exitosa de la dupla Tatum y Hill significó que el guionista Michael Bacall (responsable también de Comando Especial, Proyecto X y Scott Pilgrim) podía dar vía libre a un mayor nivel de barbaridades encarnadas en la disparidad del atlético Jenko y el nerd-ya-no-tan-nerd Schmidt, parejos en su idiotez. Y lo hace, pero auto restringiéndose a la estructura bromántica en la relación entre los detectives (que siempre en cierto punto tienen un desencuentro para volver a unirse hacia la resolución) y en la configuración del caso, que los lleva a mezclarse con la fauna joven –y toda la serie de chistes sobre “esto es lo que hacen los chicos de ahora para divertirse”-, y en el que fallan una y otra vez hasta atrapar al villano “sorpresa”. El desborde, siempre bienvenido, viene por la cantidad. Más es más para Bacall y también para la dupla de directores Phil Lord y Chris Miller, que le tratan de sacar todo el jugo al dúo Tatum-Hill con gags físicos cada vez más desafiantes y una relación cada vez más tiernamente homoerótica.
Lord y Miller se han destacado en los últimos años, tras un inicio más que prometedor con Lluvia de Hamburguesas, en tomar productos por encargo e imprimirles su propia marca, a fuerza de chistes metatextuales, tanto en Comando Especial como en La Gran Aventura Lego, convirtiéndose en un hito contemporáneo de autores dentro del sistema de estudios. En este caso, como Bacall, se dejan llevar por la fórmula y hacen llover referencias como confeti (o como los productos cárnicos de su primer film animado).
Que la nueva oficina del Capitán Dickson (interpretado por Ice Cube) parezca un “cubo de hielo” es sólo uno en una serie larguísima de guiños referenciales a lo largo de la película, que si uno parpadea se los pierde; como una persecución en el campus en un mini auto que se acelera al momento de pasar frente a un edificio llamado Benjamin Hill.
Tal como predecía el jefe Hardy al comienzo, Comando Especial 2 gana tracción hacia la resolución cuando se despega de la armazón del anterior y ya pasó más de una hora de metraje.
Lo que no se repite esta vuelta, lamentablemente, es el elenco secundario que acompañe y sostenga al show dual de Tatum y Hill. Si en Comando Especial estaba el gran secundario de la nueva comedia norteamericana Rob Riggle (al cual incluyen en una extensa escena bajo la excusa de una visita carcelaria) y la excelente Brie Larson, que fluía en su timing cómico junto a Hill, en Comando Especial 2 los compañeros de clase son una versión más highschoolmusicalizada. Amber Stevens es el interés amoroso de Schmidt y es poco más que un poster hablante. Mejor incursión es la de Wyatt Russell (ex jugador de hockey e hijo de Kurt Russell y Goldie Hawn, una versión en rubio de su padre) como líder de una fraternidad que desarrolla un bromance “paralelo” con Jenko. La revelación viene de parte de Jillian Bell (ex guionista de Saturday Night Live) quien acribilla con chistes a Hill sobre cuán viejo está para estar en una facultad, y no sólo es la única del “elenco universitario” en poder seguirle el ritmo, si no también en subir la apuesta en su interacción con el ex chico Supercool.
Tal como predecía el jefe Hardy en un principio, el film/caso gana tracción hacia la resolución cuando se despega de la armazón del anterior y ya pasó más de una hora de metraje. Lord y Miller están más a gusto cuando la acción sigue un ritmo casi esquizofrénico, como en sus ya clásicas escenas triperas a puro goce tecnicolor, a las cuales incluyen hábilmente en cualquiera de sus productos. Los directores pueden, recién entonces, terminar de dar rienda suelta a toda su grandilocuencia, para dejar fluir las caídas y trompadas, los abrazos entre Jenko y Schmidt, y los chistes sobre penes. El súmmum son los créditos finales, donde el gag metatextual se repite a mayor velocidad y mayor cantidad de cameos, actuando por acumulación.
Comando Especial 2 es, sin duda, efectiva, pero pese a su estrategia de “el que avisa no traiciona” no escapa a cierto desgaste, sobre todo por la extensión de ciertas escenas en su primer hora. Ante la inevitable comparación, queda como esos alumnos diez del secundario que, al entrar a la universidad, batallan con el cambio y pasan a formar parte del rango medio de los promedios.