Los gomas de goma
El cine de Phil Lord y Christopher Miller no sólo está vinculado directamente con el cine animado porque ambos dirigieron Lluvia de hamburguesas y La gran aventura Lego, sino porque además han sabido incorporar en sus trabajos con actores de carne y hueso esa lógica del movimiento inverosímil de las mejores películas de animación. De hecho, en algunos pasajes de Comando especial y -la que nos convoca- su segunda parte, echan mano de lo animado para llevar su discurso audiovisual mucho más al extremo: ambas secuencias tienen que ver con la experimentación con drogas y su consecuencia surrealista, aportando una cuota de humor inesperada, un choque con la lógica narrativa que desarticula el discurso previo del espectador y lo prepara para lo imprevisible. Obviamente sus dos películas animadas funcionan mucho mejor porque soportan sin condicionamientos estos asuntos formales, mientras que las dos comedias de acción con Jonah Hill y Channing Tatum explotan cuando esas probabilidades de lo improbable se potencian.
El acierto en la elección de los directores corresponde al propio Hill, productor y guionista de esta saga que mantiene en su segunda parte el nivel de la anterior más allá de una reiteración autoconsciente que a veces funciona mejor que otras. Hill, como actor, continúa un poco esa lógica que Lord y Miller depuran desde la imagen, aportando un trabajo verbal plagado de humor entre incorrecto y pirotécnico, exacerbando esa capacidad de sorprender constante que tienen estas comedias. Comando especial 2 avanza sobre la pura fórmula haciendo evidente la especulación y el conservadurismo de las secuelas, pero con pinceladas que friccionan la superficie en busca de esos instantes de humor explosivo y novedos. Un poco como en el cine de Will Ferrell y Adam McKay, lo que importa es el recorrido zigzagueante y no tanto el final del camino.
Siendo esta una segunda parte, la película se hace cargo totalmente de esas excusas de guión que motorizan las continuaciones, sagas y secuelas infinitas (hay una sucesión de chistes sobre los créditos finales que es memorable en ese sentido). Por eso, lo que hace como justificación es potenciar la observación sobre el universo en el que transcurre (ahora el mundo universitario, entre lo snob y lo frívolo) y jugar hasta límites extremos con ese homoerotismo que estaba presente en la primera, y que es también una marca autoral de Hill desde los tiempos de Supercool. Y en hacer que el vínculo entre los hombres y las mujeres sea mucho más tenso y físico, como en esa delirante pelea entre Hill y la excelente Jillian Bell. Lo hormonal, si la pensamos nuevamente a esta como una saga que redefine el cine adolescente, está descontrolado.
Si bien Comando especial 2 pierde en sorpresa e impacto con su primera parte, gana en una mayor fluidez cuando se da el puente entre la comedia y la acción: las persecuciones y los tiros tienen mayor creatividad y sustento. De nuevo hablando de Lord y Miller, cuando pueden convertir a sus personajes en muñequitos de goma, es cuando logran que el humor sea perfecto. Por eso, en el fondo, a Comando especial le funciona muchísimo la mezcla de acción y comedia. Lord y Miller tienen la suficiente astucia (otra vez) para hacer una película burlona y con humor posmoderno, pero que no suene ofensiva ni canchera a lo Seth MacFarlane. Además, se aprovechan de la química maravillosa entre Hill y Tatum para hacer de sus personajes dos gomas (en el sentido más 90’s del término) de goma sumamente empáticos. ¿Para cuándo una película de los Looney Tunes con todos ellos?