Infiltrados para el descontrol
Realmente poco importa que en los ochenta haya existido una serie orientada al público adolescente de la época, que arrancara allá por 1987 para culminar en 1991 con un tendal de capítulos y cinco temporadas detrás llamada 21 Jump street.
De ese producto televisivo norteamericano, creado por Stephen J. Cannell y Patrick Hasburgh, quedan en el recuerdo de cualquier adolescente que hoy ha pasado los treinta y pico dos elementos distintivos: Johnny Depp en sus momentos de principiante -que actuó 80 episodios- y la cortina musical de apertura con un emblemático tema de Bon Jovi en la versión argentina por lo menos.
Que el tiempo haya hecho lo suyo y la serie para algunos sea considerada de culto es otro cantar que en este caso no nos atañe. Lo cierto es que los reyes del reciclaje, léase Hollywood, retoman la idea de remake de series con voz propia como ya lo hicieran con otras series iconográficas como Los ángeles de Charlie, Los duques de Hazzard, entre otras, en busca de aquellos nostálgicos irremediables y un público nuevo que gracias a la magia de internet como gran archivo planetario de imágenes tomaron de una u otra forma contacto con la serie.
Por fortuna los directores Phil Lord y Chris Miller evitaron el recuento de la nostalgia para darle vuelo propio a esta comedia adolescente irreverente, que se burla de los estereotipos y contrapone dos épocas diametralmente opuestas a partir de la confrontación de dos personajes que no han llegado a su etapa de madurez a pesar de recibirse de policías y adultos en la vida real.
En realidad, en 2005 tanto Doug (Jonah Hill) como Brad (Channing Tatum) en su época de secundaria no la pasaban del todo bien. El primero por no ser popular y el segundo por ser popular pero poco inteligente. Así las cosas, Mister Cerebrito y Mister Músculos tuvieron su segunda oportunidad y se enlistaron en la policía soñando con aquel día glorioso de poder atrapar a algún delincuente más allá de la rutina de recorrer las calles a bordo de su bicicleta.
Sin embargo, el fracaso en un arresto los condena a un castigo que para la policía no es otra cosa que algo degradante: formar parte del grupo de policías que por no poder adaptarse deben cumplir misiones de poca trascendencia como hacerse pasar por alumnos en una secundaria de estos tiempos y desbaratar los planes de un dealer que instaló una nueva droga sintética en los adolescentes por la que perdió la vida un alumno a causa de una sobredosis.
Pero toda infiltración tiene sus riesgos por los compromisos afectivos y el grado de involucramiento personal y esta misión no será la excepción para estos singulares policías que vuelven a experimentar el desborde de la adolescencia con gusto a revancha por el sufrimiento del pasado traumático.
Ese intercambio de roles opera como detonante cómico al que se le irán incorporando situaciones que ponen en riesgo la identidad secreta de los policías al punto de exponerlos de tal forma que los planes fracasen en su conjunto.
Con un guión firmado por Michael Bacall, Jonah Hill y el aporte de Patrick Hasburgh y Stephen J. Cannell (falleció en 2010), Comando especial se ubica cómodamente dentro de las comedias de incorrección política inteligentes con el desparpajo y la lucidez adecuada para superarse a sí misma en cuanto a propuesta y sobre todo partiendo de una premisa tan elemental.
Si bien el film no es redondo y existe una enorme distancia entre la primera mitad y la última es innegable su efectividad a la hora de poner en Jonah Hill todo el peso de la comedia y en Tatum -que tiene menos expresividad que una guía telefónica- el contrapunto que equilibra el desborde. Tal es la desfachatez de los directores Phil Lord y Chris Miller (responsables de Lluvia de hamburguesas) que reservan un cameo de los principales referentes de la serie, Johnny Depp, Peter DeLuise y Richard Grieco poco habitual y muy gracioso que sorprenderá a más de un espectador.