Orgullosa de ser kitsch
Pongamos un poco en contexto a la película antes de pasar a su análisis y valoración:
1- Se trata de la transposición del libro de memorias de Elizabeth Gilbert que se mantuvo ¡150 semanas! en la lista de best sellers de The New York Times.
2- Fue dirigida (y coescrita) por Ryan Murphy, el cotizado creador de series como Nip/Tuck y Glee.
3- Tuvo un generoso presupuesto de 60 millones de dólares.
4- Contó con el protagonismo (casi absoluto) de una diva como Julia Roberts.
5- Transcurre en bellísimos exteriores de Italia, India y Bali y fue fotografíada por el talentoso Robert Richardson (El aviador, JFK).
Ahora sí, vamos a la película, una de esas que dividen aguas: fascinará a cierto sector del público (especialmente a mujeres ya curtidas y con cierta concepción new-age de la vida) e irritará al público más cínico, que no le perdonará ni uno de sus excesos.
¿Por qué semejante división tajante? Porque Comer, rezar, amar es un film premeditada, orgullosamente grasa, kitsch, naïve, espiritual, sanador, liberador, terapéutico (agréguense los adjetivos calificativos que quieran dentro de esta línea). Sí, es un film de viajes, de redención, de reencuentro interior, pero también un producto que por momentos se acerca demasiado al espíritu de un manual de autoayuda.
¿Está mal? No necesariamente, aunque se ubique muy lejos de mi interés. Es más, el film -sin caer jamás en el cinismo sobrador ni en la ironía canchera ni en la autoparodia- apela, especialmente durante su primera mitad, a un logrado sentido del humor que aflora incluso en los momentos más "trascendentes".
La heroína del film es Elizabeth Gilbert (Roberts), una escritora que decide poner fin a su matrimonio de 8 años con el insulso Stephen (Billy Crudup). Luego de perder (casi) todo en el proceso de divorcio, decide abandonar su previsible existencia y embarcarse en un viaje por el mundo para comer (en Italia), rezar (en la India) y amar (a un brasileño interpretado por... Javier Bardem en Bali).
En este film -que sintoniza con ciertas líneas del cine "femenino" hollywoodense que vienen imponiendo títulos como Sex and the City , Mamma Mia! o Julie & Julia- combina gastronomía, erotismo, misticismo y espiritualidad (duelo, arrepentimiento, perdón, iluminación, meditación, devoción) y -claro- frases célebres y lecciones de vida.
Entre canciones de Neil Young, escenas concebidas para el lucimiento de los distintos intérpretes secundarios que van apareciendo (Richard Jenkins, James Franco, Viola Davis y el gurú desdentado a-lo-maestro Yoda que encarna Hadi Subiyanto), glamour y cursilería, pintoresquismo turístico for export, clisés y lugares comunes, Comer, rezar, amar resulta un pastiche simpático (en su primera hora) y algo cansador y recargado (en su segunda).
Mis colegas se burlaron en la proyección de prensa a viva voz del film durante buena parte de su extenso metraje. Yo disfruté de algunos aspectos (incluso de los que me resultan muy ajenos por tener una sensibilidad casi opuesta a la que aquí se propone) y odié varios otros. De todas maneras, no me parece un film despreciable ni mucho menos. No tengo dudas de que tendrá su público y no pocos defensores. Seguramente no compartiré muchos de sus argumentos, pero -en línea con la moraleja de la propia película- puedo entenderlos y aceptarlos.