El orden no altera el producto
Esta ultima película de Ryan Murphy, tenía todos los elementos para convertirse en uno de los estrenos más importantes de la semana. Sin embargo, esta producción de Brad Pitt, basada en la autobiografía de Elizabeth Gilbert, terminó quedando a medio camino entre la abulia y la incomprensión de intereses- del personaje protagónico y del director mismo-.
La heroína es Liz Gilbert (Julia Roberts) una periodista exitosa y de vida acomodada, que no logra llegar a la felicidad en su matrimonio. Es así, que decide separarse de su marido (Billy Crudup) para encontrarse prontamente, en otra relación amorosa con un joven actor de teatro (James Franco). No pasa mucho tiempo para que Liz descubra que tampoco con él es feliz, entonces inicia un viaje por Italia, India e Indonesia. La intención del mismo, no es tanto turística sino espiritual. Encontrarse a sí misma, para así poder encontrar el verdadero amor (Javier Bardem).
Hasta aquí se nos presenta una historia prometedora, pero a lo largo de sus extensos 132 minutos, la supuesta comedia romántica de pretensiones místicas, termina por convertirse en un confuso ir y venir de sentimientos encontrados con bellas locaciones de fondo.
El título procura sintetizar las etapas por las que la protagonista atraviesa a lo largo del film; pero si mal no recuerdo, una de las primeras cosas que hace Liz cuando le cae la ficha de lo mal que está en su matrimonio, es ponerse a rezar en el baño de su casa a la espera de una señal divina.
Igualmente, entre nosotros, el orden no altera el producto. Lo mismo sería si se llamase Rezar Comer Amar o Amar Rezar Comer… porque para mi entender el título exacto debería de ser: Ver Aburrir Maldecir. Y paso a explicar porque:
Ver. En esta parte nos encontramos con lo mejor de toda la película. Entre los primeros 15 y hasta 30 minutos, podemos ver consistencia dramática, buenas actuaciones, humor, amor, desamor y hasta una frase brillante y desgarradora que viene de la boca de James Franco (bello, bello, bello). Después Liz Gilbert, emprende su viaje a Roma, y aquí poco a poco, casi imperceptiblemente, la historia comienza a volcar. Sus vivencias en Italia son encantadoras, pero el hilo conductor con lo primero que habíamos visto se empieza a perder. Pero claro, como la ciudad aparece en su esplendor, repleta de los más pintorescos personajes romanos, uno no se entera- o no se quiere enterar- y sigue mirando a la protagonista deglutir todo con lo que se encuentra a su paso, a falta de un amor. Para este momento los espectadores comienzan a preguntarse: ¿Y Bardem, cuándo aparece?
Aburrir. Liz decide marcharse a la India. No la estaba pasando mal en Roma, pero quiere respetar el itinerario y se va. Se encierra en un centro hindú de meditación- más parecido a un spa oriental que a otra cosa- y se pone las pilas para aprender a rezar. En las primeras sesiones de meditación se queda dormida, y nosotros la entendemos porque nos está pasando lo mismo. Nos empezamos a aburrir (y a dormir) indefectiblemente; ya no hay más galanes. Otra vez: ¿Y Bardem? ¿No era una comedia romántica? Entonces aparece Richard Jenkins. Es obvio que no será su galán, pero ya no hay dudas: algo va a pasar, algo le dará el personaje de Jenkins que haga encausar la historia que para ese entonces viene de capa caída. No ocurre nada. Liz aprende a rezar finalmente y cuando se siente mejor se encamina para Bali.
Maldecir. Ya no queda mucho de película (o al menos eso es lo que queremos creer) y ahora sí aparece Javier. Aunque no como uno esperaba… Liz no se enamora a primera vista como de Franco- en el fondo yo la comprendo- sino que se deja seducir por un rubiecito desabrido que encuentra en una fiesta. Encima Barden hace de brasileño, y no se lo creemos. Liz se empecina en seguir meditando, y ahora peor que se reencontró con su gurú. Todo es tan superficial, que nada de esa falsa espiritualidad nos toca, y maldecimos a Liz, al gurú, al trucho brasilero y por sobre todo a Ryan Murphy. ¿Cuánto falta para que termine la película? ¡Finalmente Roberts y Bardem se enamoran(o no), porque ella da tantas vueltas! Pero ya no importa que cosas pasen o como pasen, ya estamos hastiados de tanto enrosque seudo espiritual.