Una historia a contrapelo “El abrazo de la serpiente” está basada en los diarios de dos exploradores: el de Theodor Koch-Grünberg, etnólogo alemán, y el de Richard Evans Schultes, biólogo estadounidense. Ellos fueron los primeros en explorar en el siglo XX la Amazonía colombiana cuando esta aún era un territorio desconocido. A partir del encuentro que ellos mantuvieron con las comunidades indígenas de la región - Koch-Grünberg en 1909 y Evans Schultes en 1940 -, se comenzó a liberar un conocimiento que hasta ese entonces había sido ignorado por el mundo occidental. La película se propone contar cómo ese conocimiento - ese saber- fue descubierto al mismo tiempo que estaba siendo destruido. La realizaciónnarra así la historia de Karamakate, un antiguo y poderoso chamán, último sobreviviente de su pueblo. Lleva años viviendo en una total soledad hasta que un día llega Evan, un etnobotánico americano que siguiendo las descripciones del libro de Theodor von Martius busca la yakruna, una planta sagrada muy difícil de conseguir, capaz de enseñar a soñar. Karamakate acompaña a Evan en su viaje por el río y ambos se adentran en los secretos más profundos de la selva. A través de ese viaje iniciático, donde pasado, presente y futuro van entremezclándose continuamente, Karamakate irá recuperando recuerdos que creía perdidos. La historia no sólo se apoya en los diarios de los exploradores, sino también en un proceso de investigación y colaboración con las comunidades indígenas del Vaupés. Por ello el encuentro entre esos dos mundos que propone el film se hace tomando el punto de vista de las comunidades, ellas son las protagonistas. El director Ciro Guerra en diálogo con el programa español “Días de cine”, contó que a medida que avanzaban las charlas con los exponentes de mayor edad- sabedores, payés, etc.- el guión se iba volviendo más amazónico, invitando al espectador a una lógica desconocida. Parte de eso que el director llama lógica desconocida, puede apreciarse en la propuesta temporal de la película, en donde el tiempo no es lineal, ni progresivo. Aunque en su estructura el espectador puede apreciar lo que serían dos líneas temporales que corren alternativamente - una que inicia con el encuentro del explorador alemán con el chamán, y la otra con la llegada de Evan - el relato deja vislumbrar que lo que existe entre ambas historias son conexiones atemporales, una especie de misterio aún pendiente por descubrirse. “El abrazo de la serpiente” con sus rupturas y discontinuidades, intervalos y desplazamientos, cuenta una historia a contrapelo, en el mejor sentido benjaminiano. Por un lado, rescata el papel de los vencidos (en éste caso de los pueblos indígenas de la Amazonía) en la historia, a la vez que reivindica el presente, a partir de un pasado que, aunque inmaterial, continúa vivo en las acciones del hombre. Rodada en 35 mm y en un blanco y negro hipnótico que retrata toda la inmensidad y belleza de la selva amazónica, seguimos el viaje de Karamakate como una experiencia multicultural. La diversidad de lenguas - huitoto, español, alemán, cubeo, inglés, tikuna, portugués - y etnias muestran la riqueza y ambigüedad de culturas antiguas desconocidas u olvidadas. Otro aspecto fundamental, además de la fotografía, es el tratamiento sonoro. Difícilmente las imágenes alcanzarían esa potencia descomunal, sin el trabajo de todo el equipo de sonido, compuesto por especialistas de Colombia, Dinamarca, Canadá, Venezuela y Argentina. La reconstrucción sonora de una selva de hace más de un siglo requirió de una ardua tarea de investigación, restauración y búsqueda de archivos de ambientes selváticos. Pero como la idea era subrayar la espiritualidad manifiesta que recorre el film, también se utilizaron sonidos del útero materno, del universo y de ballenas. Para completar la tarea, el venezolano Nascuy Linares fue el encargado de componer la música original. La banda sonora eleva la obra a la categoría de producción fundamental de la nueva cinematografía latinoamericana. “El abrazo de la serpiente” ha cosechado infinidad de premios y menciones en festivales de todo el mundo. Aunque no ganó el Oscar a mejor película extranjera 2016, su nominación fue, ya de por sí, un reconocimiento al cine colombiano que desde hace años viene en franco crecimiento.
Aura maldito “Yo soy una persona al igual que tú, pero tengo mejores cosas que hacer, que sentarme por ahí y joderme la cabeza…” (Fragmento de la canción "Straight Edge" de la agrupación Minor Threat de 1981). Con material inédito y testimonios de los más importantes referentes del punk en Washington DC de los años ´80, Scott Crawford plasma en “Salad days”, una versión personal e íntima de una década fundamental en la historia del rock. El punk que tuvo sus orígenes a mediados de los ´70, con melodías simples y un sonido sucio y descuidado, se convirtió en poco tiempo en un término que refería a algo más que a un género musical. Era una actitud de rebeldía cuyo valor fundamental era la libertad. Ser punk era oponerse al establishment y a costa de lo que fuera asegurarse ser independiente. El punk era una forma de ver el mundo, una filosofía irreverente y transgresora que invitaba a la creación colectiva y a la solidaridad con el otro. “Salad days” retrata el espíritu del punk con las particularidades que tuvo el movimiento en Washington DC. Una de ellas era la preocupación por temas políticos y sociales que se reflejaban en las letras de las bandas. A su vez, esas bandas - Void, Faith, Fugazi, Bad Brains, Scream, Minor Threat, entre otras tantas - producían y difundían sus discos a través de la autogestión, prescindiendo de las grandes discográficas y de los grandes medios de comunicación. Quizá, uno de los hechos más recordados de la escena punk rock de la capital norteamericana sea el “straight edge”, un estilo de vida basado en el rechazo al consumo de drogas, alcohol y tabaco. Inspirado en una canción del grupo Minor Threat, éste movimiento llegaba incluso a practicar el veganismo y cierta abstinencia sexual. El “straight edge” se oponía al “no future” del punk tradicional, que tenía una mirada negativa sobre el futuro, por lo que los jóvenes se entregaban a la autodestrucción a través del consumo indiscriminado de drogas y alcohol. Sin embargo, el director Scott Crawford se encarga de desmentir aquél mito que considera que todos practicaban ese estilo de vida, y lo aborda como un acontecimiento más dentro de la escena punk del DC. Incluso lo que destaca es como ese movimiento posibilitó que se comenzaran a organizar conciertos para todas las edades. El documental que cuenta con las participaciones de Ian MacKaye, John Stabb, Dave Grohl, Alec MacKaye y Henry Rollins, además de con un vasto material de archivo en su gran mayoría desconocido, compuesto por fotografías, videos caseros, recortes de álbumes y revistas, logra hacernos sentir que el aura maldito del punk sigue más vigente que nunca.
Por su calidad y entereza justifica las 6 nominaciones al Oscar Los protagonistas de esta historia, basada en un hecho real, son los periodistas del equipo Spotlight. Una sección del periódico “Boston Globe” dedicada a la investigación de casos especiales. En enero del 2002 publicaron un informe sobre el abuso de niños perpetrados durante décadas por numerosos sacerdotes de Boston. Con la ayuda de la Archidiócesis de dicha ciudad esos casos habían sido silenciados, por lo que la investigación de Spotlight destapó el complejo entramado de complicidades que existía entre la más alta cúpula de la iglesia y buena parte del poder judicial. Las publicaciones del “Boston Globe” pusieron en estado de alerta no sólo a la comunidad católica de la ciudad de Boston y de EEUU, sino que el caso tuvo resonancia a nivel mundial. Se advierte que a continuación se revelan detalles argumentales: a) - Estructura Dirigida por Tom McCarthy, con guión de Josh Singer y el mismo McCarthy, “En primera plana” tiene un ritmo impecable. No hay en sus 128 minutos una escena que se sienta de más o que se eche en falta. Es común que en muchos films que tratan sobre intrincadas investigaciones uno termine perdiendo el hilo de la historia, atosigado por tanta información, o aturdido por la voracidad de una edición rápida dispuesta a compensar los baches de una mala estructura narrativa. Nada de esto ocurre en la película. Por el contrario, el director va dosificando poco a poco la información para que vayamos adentrándonos en la trama, pero más que nada en la forma de trabajar del equipo de investigación. A grosso modo, podría decirse que en la primera hora se nos presenta el contexto: la llegada del nuevo jefe editor habilita a los protagonistas a contar sobre qué trata la sección especial que lleva a cabo Spotlight y ver el funcionamiento general de uno de los diarios más antiguos de EEUU como el “Boston Globe”. Luego se anexarán datos sobre la línea investigativa a seguir, y aparecen los primeros testimonios. Ya en la segunda hora la historia se complejiza, se devela información sensible y lo que se creía un caso local que implicaba a unos trece sacerdotes, termina dando con la posible participación de más de ochenta religiosos en casos de pedofilia. b) - Instituciones A medida que los periodistas avanzan en sus averiguaciones se hace necesaria una prueba concreta que avale la investigación para que esta pueda ser publicada. Esa prueba llega cuando encuentran una carta del cardenal Bernard Law dirigida a la familia de una de las víctimas. Sin embargo, el jefe editor Marty Baron (Liev Schreiber) le pide al equipo continuar buscando más datos para que el caso no quede en nombres propios y se pueda demostrar la connivencia de los más altos representantes de la iglesia, tanto para ocultar las denuncias como para proteger a los clérigos pedófilos. Marty, no se ve tentado en publicar una primicia, sino más bien en desenmascarar a toda la institución eclesiástica de Boston, aun cuando ello lleve más tiempo, y se corra el riesgo de no ser los primeros en dar la noticia. Y es aquí uno de los puntos más interesantes de “En primera plana”, porque como indicábamos al comienzo, además de hablar de un caso escandaloso sobre abusos de menores, la realización habla también sobre la práctica y la ética periodística; plantea en cierto sentido la ambivalencia del periodismo entre brindar una primicia o ir más allá y tener una función social. El “Boston Globe” se decanta por lo segundo, y aquí se plantea un sugestivo antagonismo entre una institución privada decidida a buscar la verdad y una institución religiosa dispuesta a esconder los delitos más aberrantes. c) - Casting Mediante un acertado registro naturalista la narración recrea una redacción de principios del siglo XXI, es decir, con computadoras de escritorio, teléfonos de línea, pilas de documentos y teléfonos celulares con tapas y antenas. Una redacción que comenzaba a utilizar las ventajas de la tecnología, pero todavía atravesada por las prácticas tradicionales de tomar notas en cuadernos, echar mano a los archivos en papel y sacar fotocopias. Michel Keaton (Walter Robinson), Rachel McAdams (Sasha Pfreiffer), Mark Ruffalo (Mike Rezendes), Brian d´Arcy James (Matt Carroll), John Slattery (Ben Bradlee Jr.) y Liev Schreiber (Marty Baron) son quienes dan vida al equipo del “Boston Globe”. Se trata de actores experimentados que a medida que avanza el film parecen potenciarse en cada escena con una sobriedad que va en sintonía con el enfoque de la historia. d) - Premios La extensa investigación sobre el caso de los curas pedófilos publicada en enero de 2002 por el “Boston Globe”, le valió a los periodistas que la llevaron a cabo uno de los reconocimientos más importantes del rubro: el premio Pulitzer. “En primera plana”, por su parte, es una de las grandes candidatas de los próximos premios Oscar con seis nominaciones. Entre ellos a mejor película, mejor director, mejor guión original, mejor actor de reparto (Mark Ruffalo), mejor actriz de reparto (Rachel McAdams) y mejor edición.
Susanne Bier que cuenta en su filmografía con películas como “Hermanos” (2004),”Después del casamiento” (2006) y la premiada “En un mundo mejor” (2010), entre otras muchas. Vuelve con “Una segunda oportunidad” al extremo de los conflictos éticos: recorre a través dos mundos paralelos las peores bajezas, los más grandes miedos y las más temibles acciones. En 102 minutos la vida pareciera convertirse en una desgarradora experiencia, y la directora danesa nos la muestra con su habitual naturalismo. “Una segunda oportunidad” cuenta la historia de dos policías (Andreas y Simon) que un día irrumpen en la casa de una pareja de drogadictos y descubren que tienen a un bebé en estado de abandono escondido en el armario. Andreas que vive feliz junto a su esposa y su hijo pequeño, se siente fuertemente afectado por este episodio. Simon por su parte, continúa refugiándose en la bebida para sobrellevar su separación. Sin embargo, un confuso y trágico hecho trastocará sus valores e idea de justicia al punto que cada uno asumirá una actitud totalmente diferente respecto a lo que está bien o mal. Este drama íntimo revestido al inicio de thriller policial no puede dejar indiferente a nadie. Desde que el personaje de Andreas descubre al pequeño Sofus cubierto de su propia mierda, no hay hasta el desenlace un momento en que no nos veamos sobrecogidos por algún inesperado giro de la trama. Queda a la vista la habilidad de la directora para suscitar y mantener el interés del espectador en cada escena, y en este sentido, los actores protagonistas, en especial Nikolaj Coster-Waldau y Maria Bonnevie, ayudan enormemente en la tarea. El tremendismo de la historia podría hacer caer el film en una rebuscada tragedia contemporánea sin sus muy buenas actuaciones. Ahora bien, pese a la experiencia de la directora y a la solidez de las interpretaciones, el film no puede eludir determinados estereotipos y lugares comunes con la intención de dar sentido a ese sinfín de sucesos trágicos que viven los personajes. Seguramente, este sea uno de los puntos cuestionables de la película. Este cuento moral, como le gusta denominar a Bier a algunos de sus films, no nos deja más opción que hacer una obligada reflexión sobre lo que seríamos capaces de hacer en situaciones límites. El ejercicio ético al que nos obliga la historia es recompensado con un desenlace premeditadamente esperanzador.
La fotografía, según el artista y teórico Philippe Dubois, no es solamente una imagen, sino también “un verdadero acto icónico que no se puede concebir fuera de sus circunstancias, y que incluye también el acto de su recepción y de su contemplación”. De esta manera, la fotografía es espejo del mundo, a la vez que la transformación de esa realidad de la cual forma parte. La producción (creación) de una imagen y su recepción (contemplación) son las dos caras de un mismo acto creativo. En consonancia con este pensamiento, en donde el acto fotográfico se presenta casi como una práctica revolucionaria,“La sal de la tierra” nos introduce en la obra del fotógrafo brasileño Sebastião Salgado. Este artista viajó durante los últimos cuarenta años por el mundo entero, registrando los acontecimientos más importantes de la segunda mitad del siglo XX. El documental fue coescrito y codirigido por Wim Wenders, junto a Juliano Salgado - hijo del Sebastião - quien acompañó a su padre en sus últimos viajes para realizar el proyecto Génesis. Tras fotografiar por años los más terribles conflictos sociales y sus consecuencias (hambrunas, éxodos, masacres, revoluciones, catástrofes y guerras) el artista se embarcó en una obra ambiciosa para registrar la interacción del hombre con la naturaleza, con el fin de apelar a la toma de conciencia de preservar los ecosistemas del planeta. A través de toda su obra, pareciera que Sebastião va buscándole sentido a la existencia, indagando en los aspectos más oscuros de la humanidad, tratando de encontrar entre las experiencias más crudas aspectos dignos de rescatar que le permitan creer en la humanidad. Esa búsqueda se revela también en su último trabajo, donde la naturaleza es la protagonista. La naturaleza (el cuidado de la misma) concebida como una especie de vuelta a los orígenes como única posibilidad de redención. “La sal de la tierra” además de seguir la carrera del fotógrafo, cuenta aspectos desconocidos de su vida personal. Sus reflexiones sobre el arte de la fotografía y en especial sobre la conducta humana, hacen de éste documental de Wenders y Salgado una experiencia visual, a la vez que filosófica, poco frecuente de encontrar.
Una discusión recurrente es si una película puede ser buena pese a un guión malo. Equivalente a decir que el peso de la misma recae en la figura del director. Hay quienes aseguran, en cambio, que un buen guión es imprescindible para obtener un buen film, al margen del realizador. Está claro que estas discusiones y comparaciones nunca llegan a quedar zanjadas y que se reactualizan de tanto en tanto a partir de alguna nueva producción o un clásico revisitado. Ahora bien, está mucho más naturalizado el hecho de apreciar el trabajo de un actor o una actriz, independientemente de la calidad de la película, y no tejer juicios de valor sobre qué figura (actor/actriz, director o guionista) es más importante. Sin embargo, “Simplemente Alice” en ese sentido es rotunda: todo queda eclipsado por el trabajo de Julianne Moore. Y si la película es buena es porque la protagonista es Julianne Moore. Co-dirigida por Wash Westmoreland y Richard Glatzer, cuenta la historia de Alice, una reconocida profesora de lingüística que da clases en la Universidad de Columbia, y que comienza a experimentar situaciones de confusión y a olvidar algunas palabras. Preocupada ante lo que sospecha puede ser un tumor cerebral, Alice visita a un especialista y se somete a una serie de estudios médicos. Lo que le diagnostican entonces es un tipo poco frecuente de Alzheimer. A partir de allí, su vida se va desmoronando mucho más deprisa de lo que ella y su familia creían en un principio. Basada en la novela de Laura Genova, la realización opta por dejar de lado sentimentalismos y no exagerar el dramatismo que la historia por sí misma propone. Sin duda, una decisión inteligente de los directores, apoyada en el talento de Moore, para encarnar un personaje que literalmente va transformándose en otra persona. La actriz- última ganadora del oscar por este trabajo - deja expuesta una vez más su versatilidad y su capacidad única de brindar una performance plagada de matices. Así como la enfermedad de Alzheimer va aislando a Alice del mundo que la rodea, igual de sola queda Julianne Moore gracias a sus compañeros. Nadie del elenco está a la altura de su actuación. La tibieza que domina a Alec Baldwin, quién interpreta a su marido, no aporta nada relevante en ninguna de las escenas donde aparece. Y Kristen Stewart, quien interpreta a su hija menor, parece no enterarse que ya no se encuentra interpretando a Bella Swan en la saga de Crepúsculo. Utiliza hasta los mismos gestos y lenguaje corporal, incapaz de transmitir algo más que no sea su archiconocida cara de joven conflictuada. Si “Simplemente Alice” logra desmarcarse de tintes melodramáticos o fatalistas, es por su espíritu esperanzador centrado en el amor y la contención familiar que recibe la protagonista. El uso de las nuevas tecnologías que hace Alice para controlar y luchar contra la disminución de sus capacidades cognitivas, es otro elemento interesante para mostrar los alcances de la enfermedad, pero también pequeños recursos a falta de verdaderos avances médicos en la materia. Lo mejor de la película es que logra transmitir la desesperación que implica perderse en uno mismo, sin poder hacer absolutamente nada para impedirlo. De convertirse en un otro al que todos desconocen. La escena en donde Alice encuentra en su computadora un video grabado por ella misma tiempo atrás - cuando la enfermedad se encontraba en su primera fase- dándole a la Alice actual (ya muy enferma y perdida) indicaciones para tomar un frasco de pastillas, da cuenta a la perfección, dramática y visualmente, de esa idea de desdoblamiento.
El don de la palabra en una obra minuciosa, reflexiva y profunda Contar cosas verdaderas por métodos artificiales, eso es lo que significa el cine para el director turco Nuri Bilge Ceylan. En su séptima película, “Sueño de Invierno”, se propone contarnos una historia sobre la insatisfacción en medio de un paisaje tan bello como solitario. Ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes 2014, la obra narra la historia de Aydin, un actor retirado, dueño de un hotel en Capadocia. Allí, pasa sus días escribiendo diferentes artículos para un diario local en compañía de su joven esposa Nihal, con la cual mantiene una relación distante. Los acompaña también su hermana Necla, recientemente separada. A medida que avanza el invierno, el hotel deja de ser un simple refugio para convertirse en el lugar donde estallan sus verdaderos sentimientos de desazón. Inspirándose en tres relatos de Chéjov, Nuri Bilge Ceylan nos adentra en un drama que desnuda la condición humana. El invierno y la nieve que poco a poco van cubriéndolo todo, son el claro reflejo de la abulia, incomodidad y falta de empatía real que cada personaje experimenta por el otro. Al frío exterior se le opone la fingida calidez de los interiores. El piedrazo que Aydin recibe en el vidrio de su camioneta- por parte de un niño cuya familia fue embargada por sus abogados por no pagar el alquiler - será el comienzo de un descenso lento y preciso que lo pondrá de frente al vacío de su existencia, pero también al de su mujer y al de su hermana. Esta última actúa como la voz lacerante y mordaz que saca a la luz todo lo que Aydin se niega a ver. Nada queda librado a la suerte en esta película estructura por la palabra. Cada diálogo es el inicio de una contienda discursiva que no deja entre los interlocutores vencedores, sino vencidos. Y a medida que avanza el film, esos diálogos que se van volviendo cada vez más densos, nos ayudan a terminar de comprender quiénes son realmente esos personajes complejos. Aunque por momentos pareciera que existe un desfasaje entre lo que dicen y lo que hacen. Especialmente ante el resto de la comunidad. “Sueño de invierno” es una obra minuciosa, reflexiva y profunda que bien vale sus 3 horas 16 minutos de duración. La fotografía, los escenarios, el trabajo de cámara y de edición, hacen de ella una pieza poco frecuente con manifiestos toques de maestría.
La pérdida de la virginidad en las adolescentes históricamente ha sido entendida como el equivalente a la pérdida de la inocencia. El paso a la adultez aún cuando no se esté preparada para ello. Todavía hoy existe una idealización sobre la adolescencia y lo que supone esa primera vez. Sin embargo, para la gran mayoría, esa vivencia no necesariamente tiene que ver con el amor. Y tampoco siempre encuentra correspondencia con el deseo y el placer anhelados. Es más bien una experiencia que se debe transitar para vencer miedos y fantasmas. Se trata tan sólo del puntapié inicial para poder comenzar a descubrir y explorar la propia sexualidad. François Ozon entiende a la perfección ese joven mundo femenino y lo retrata en una historia un tanto radical, donde la prostitución abre el camino para la experimentación sexual de una adolescente de 17 años. “Joven y bella” es un relato iniciático que narra la vida de Isabelle,una joven que pasa el verano en la playa junto a su familia. Allí conoce a Félix, con quien pierde su virginidad. Ese encuentro no significó nada de lo que ella esperaba. Cuando vuelve a París, comienza a llevar una doble vida: durante el día va al colegio y por las tardes se prostituye con hombres que hasta la triplican en edad. El film no versa sobre el tema de la prostitución, es más bien una excusa, el disparador para adentrarse en el lado oscuro de la adolescencia. Pese a las comodidades, a los buenos vínculos familiares, a la belleza y a la vida fácil, nada es suficiente para poder ser feliz. De allí la necesidad de Isabelle de buscar aventura en los encuentros íntimos que mantiene con desconocidos. Aventura que se traduce como una forma de sentirse viva a través del deseo que despierta en los hombres. Cuando en el 2013 Ozon presentó la película en el Festival de Cannes, no despertó el mismo entusiasmo que con “En la casa”- (2012, que retrataba también el universo adolescente y con el que ganó la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián) , y no fueron pocos los que la tildaron de obra pretenciosa y carente de sentido. Esas críticas no podían venir más que de una mirada conservadora sobre el sexo y el erotismo. Recurrentemente lo que se reprochaba era la incomprensión de los motivos que llevaban a la protagonista a prostituirse. Si bien es cierto que, en la película nunca queda claro aquello que justifique la doble de vida deIsabelle, debería entenderse que ello es funcional a la mirada que tiene Ozon sobre la adolescencia como un período misterioso, por lo tanto inexplicable. La incomprensión de los motivos es sustancial para descifrar el sentido de la historia. Lo mismo que la ambigüedad de los personajes - no sólo de la protagonista - que actúan en el mismo sentido. Todos se conviertan en susceptibles de poseer una doble moral, y a lo largo del relato muestran un costado oculto. El hermano de Isabelle es un voyeur que la espía cuando toma sol semidesnuda, o cuando se masturba en su habitación. La madre mantiene un affaire con el esposo de su amiga, y el padrastro tontea con Isabelle cuando ésta juega a seducirlo. Nadie es lo que parece, y el director se vale de ello para viciar algunas escenas de un malicioso (¿erótico?) suspenso. Con “Joven y bella”, como con otras tantas de sus películas, François Ozon reafirma su claro sello francés. Su visión provocadora, su gusto por el entrecruce entre cine, literatura y teatro, su interés en la adolescencia y su particular Una obra interesante que desafía la imaginación del espectador y que da a conocer a Marine Vacth, una modelo devenida en actriz que aporta una sólida actuación y, por sobre todas las cosas, su infinita belleza.
El retrato de un héroe, basándose en una historia real, ha dado en el cine títulos inolvidables y otros más bien olvidables. Si nos arriesgáramos a decir a cuál grupo pertenece “Inquebrantable”, seguramente estaríamos más cerca del segundo que del primero. La dirección de Angelina Jolie y el guión de los hermanos Coen no han sido suficientes para concebir una buena producción. Los excesos - de todo tipo - y la falta de imaginación a la hora de montar las secuencias, son algunos de los elementos (recurrentes) a los que el espectador debe enfrentarse a lo largo de todo el film. Louis Zamperini fue un atleta italo-americano que participó en los Juegos Olímpicos celebrados en Berlín en 1936. Pese a un futuro promisorio debió alistarse en el ejército para luchar en la Segunda Guerra Mundial. Allí sufrió un accidente de avión, y sobrevivió junto a otros dos soldados a bordo de un bote. Por 47 días flotaron a la deriva en medio del océano Pacífico, hasta que fueron capturados como prisioneros de guerra por la Marina japonesa. La historia (basada en la novela de Laura Hillenbrand) es más que interesante, sobre todo teniendo en cuenta que dicho atleta olímpico existió. El problema es el enfoque dado, el mensaje aleccionador se divisa desde lejos. Y lo peor de todo es que se enaltece constantemente a un personaje que, aunque nos caiga simpático, no despierta completa empatía. Y no es culpa de Jack O'Connell, quien interpreta a Louis Zamperini, sino a esa desmesura emocional a la que apela Jolie para rodearlo de un halo de dramatismo hasta en los momentos menos pensados. “Inquebrantable” presenta una absoluta ausencia de matices; la música de Alexandre Desplat bastaría como muestra. A ello habría que sumarle también los diálogos predecibles e insustanciales que no contribuyen a trasmitir nada del mundo interior de los personajes. Sin embargo, entre tantos elementos no resueltos, el trabajo de Roger Deakins es impecable. Merecidísima nominación al Oscar por mejor fotografía. Hubo un tiempo en el que el mundo estaba menos contaminado, donde todos parecían menos cínicos, e incluso no lo eran tanto. En aquel entonces, un héroe como Zamperini podría ser inspirador, pero en estos tiempos se necesita de algo más - al menos cinematográficamente hablando - para que no aparezca como un recuerdo arcaico y muy poco creíble.
A partir de una pequeña metáfora se adentra en una realidad poco halagüeña, pero honesta El año pasado “Pelo malo” se dio a conocer internacionalmente al recibir la Cocha de Oro en el Festival de Cine de San Sebastián (España). La tercera producción de Mariana Rondón, cautivó por su sencillez y la capacidad de contar mucho a través de una historia pequeña que a medida que avanzaba, desplegaba su mirada certera - desprovista de dramatismo y sensacionalismo - sobre una serie de prejuicios sociales tradicionalmente ocultos y negados. La película cuenta la historia de Junior, un niño de 9 años obsesionado en alisar su pelo crespo y sacarse así la foto del colegio. Junior quiere parecerse a su cantante favorito y lograr el amor de Marta, su mamá. Sin embargo, su obstinación no hará otra cosa que alejarlo aún más de ella. Marta es una joven viuda desempleada con dos hijos que por todos los medios intenta recuperar su antiguo trabajo como vigilante privado. La fijación de Junior por su imagen, despierta en ella un temor inusitado que se traduce en rechazo e indiferencia. Mariana Rondón sitúa a sus personajes en un contexto social difícil y complejo, pero que en el devenir del relato, en el día a día de los personajes, este aparece como corriente y naturaliza la violencia de los gestos, de las miradas, de los prejuicios, de la desigualdad económica, de las diferencias de clases, y sobre todo, la violencia de la intolerancia hacia lo diferente. Junior encarna a ese otro que no se parece al resto. Si efectivamente su obsesión por tener el pelo lacio responde a la negación de sus raíces afroamericanas, a un gesto de homosexualidad o a un mero llamado de atención, poco interesa. Porque lo importante es la reacción de los demás, y de su madre en particula, ante lo que se considera un tema tabú. Alain Berliner, director de “Mi vida en Rosa” (1997), una película que cuenta la historia de Ludovico, un niño que se siente niña en el cuerpo de un varón y que también está obsesionado con su pelo, declaraba en alguna entrevista a propósito del conflicto de su film: “Hemos sido educados para distinguir la diferencia, pero no para aceptarla”. Aún cuando retraten historias muy distintas subsiste en “Pelo malo” mucho de esa incomprensión de la que hablaba Berliner. La realización de Rondón se funde en cierto registro documental que, sumado a las increíbles actuaciones de Samuel Lange Zambrano (Junior) y de Samantha Castillo (Marta), facilitan el camino para adentrarse sin reparos en una de las tantas historias posibles que han de desarrollarse en esos edificios enormes y grises de los suburbios de Caracas. En “Pelo malo”, la arquitectura de ese barrio pobre donde se inscribe la historia es parte esencial del conflicto, ya que enfatiza la atmósfera asfixiante del film. A medida que avanza el relato, la problemática urbana, con la sobrepoblación, la inseguridad y el caos del tránsito van dando cuenta con sutileza de cierta tensión social que se percibe en las calles. De hecho, la historia transcurre durante la etapa final de la enfermedad de Hugo Chávez, momento en que Venezuela se sumía en una enorme incertidumbre respecto a su futuro. Quizá una de las cosas más interesantes de “Pelo malo” sea la diversidad de interpretaciones que provoca en torno a lo que su directora quiso contar, paralelamente a la historia de Junior. Básicamente dependiendo del lugar geográfico al que se pertenezca, hay quienes ven una crítica mordaz y directa al gobierno chavista a través de la crisis moral que sufren los personajes, producto de la crisis generalizada del país. Otros en cambio, ponen el acento en cuestiones más arraigadas a un imaginario latinoamericano que subraya el machismo, la homofobia, el culto por la belleza y el racismo como problemas centrales. Un tercer grupo prefiere rescatar aquellos elementos que hacen de la película un relato de tipo más universal, con temas como la intolerancia, la violencia y el abandono. La música de Camilo Froideval junto a la fotografía de Micaela Cajahuaringa son otros de los elementos destacados con los que cuenta la película. Además de los diálogos, que aunque en apariencia superfluos, revelan todas las diferencias y contradicciones que subyacen tanto en la familia protagonista como en el resto de la sociedad. Desde donde sea que se la quiera abordar, esta película logra a partir de una pequeña metáfora, como la del pelo, adentrarse en una realidad poco halagüeña, pero muy honesta. Excelente oportunidad para descubrir una cinematografía que se encuentra en uno de sus mejores momentos.