Un oficinista con aires; su mujer, vendedora sin clientes; una hija tramposa y un gordito al que todos toman de punto componen la familia indicada para esta comedia chilena de perdedores que en algún momento saldrán ganando. Junto a ellos aparecen buenos y malos compañeros, un viejo amor extramatrimonial, una envidiable pareja de vecinos, un vendedor de autos usados y un sufrido gallego. Con esos personajes, Boris Quercia (“Sexo con amor”, “El rey de los huevones”) desarrolla una historia tan ácida como liviana, que no tiene demasiadas risas pero pinta bien los defectos de sus paisanos, y del ser humano en general, y en los últimos diez minutos compensa gratamente a la familia de ficción y al público que la está viendo. Y hasta tiene una moraleja, bastante cierta para gran cantidad de matrimonios que pese a todo siguen conviviendo: “Quizá de eso se trata el amor, de estar con gente que no te conviene”.