Sin gracia
Uno ve a los sobrinos del protagonista de Como bola sin manija hablar frente a cámara y reír contando anécdotas sobre el viejo loco que ahora vive en la casa de atrás y no sale al mundo exterior. El varón habla de sus andanzas, de su fanatismo por el fútbol; la sobrina mayor cuenta y mezcla todo con su tono new age que viene a "dar sentido"; la tercera sobrina no dice mucho porque en el fondo no hay mucho para decir. El tío de 77 años se encerró en su casa y no quiere salir. Y se peleó con su amigo de toda la vida, no se sabe por qué. Da la sensación de que el documental quiere que lo que nos muestra nos resulte simpático, que nos riamos con los sobrinos, pero lo que consigue es muy poco.
El problema, por supuesto, no es el "contenido". En teoría, el pariente loco que se encerró en la casa de atrás podría ser un tema tan bueno como cualquier otro para un documental. El problema de Como bola sin manija es cómo está hecho, qué intenta decir, qué nos muestra y cómo. Uno sale de ver la película con la sensación de que no ha visto nada.
Existe una corriente del cine actual (en especial, en el cine documental) que intenta manejar un registro "intimista" en el que la cámara en mano, la filmación desprolija, el mal sonido y el encuadre nulo supuestamente garantizan la "verdad" de lo que se está filmando. Películas casi caseras que quieren pegarse a la cotidianeidad para revelar algo más, para registrar, para dejar en cine. En este caso, al tío loco.
Todo en Como bola sin manija está mal filmado. El audio es malo, los colores son feos, los encuadres son pésimos, la cámara en mano causa dolores de cabeza (en especial en la secuencia de viaje en el auto). Los personajes miran a cámara, hablan sobre si esto va a salir filmado o no (trampa suprema, a pesar de que explícitamente se le promete al tío que no, vemos mucho material que él no parece querer incluir en la película). No es simplemente una cuestión de presupuesto: hasta los encuadres de entrevista frontal con cámara fija son de lo más banales. Un noticiero de televisión está mejor manejado.
Aún si uno quisiera pasar por alto estos detalles "técnicos" (¿por qué habríamos de hacerlo?), queda la cuestión de qué es lo que vemos en esas imágenes tan mal filmadas. Como dijimos, casi nada. Ese aire de filmación casera permea todo y nos encontramos con interminables (in-ter-mi-na-bles) discusiones caseras en las que se repite una y otra vez el mismo tema (ver la secuencia de la fecha de cumpleaños), no se agrega información, se habla sin sentido. Todo Como bola sin manija parece una de esas horribles discusiones familiares de domingo por la tarde que se repiten hasta el infinito y que uno intenta evitar por todos los medios posibles. Acá están filmados.
Más allá de la nada "argumental" (el único punto que podría resultar medianamente intrigante, la pelea con el amigo Manija, está tan mal explicada, elidida, resuelta sin la menor preocupación, que se disuelve en la nada), uno como espectador tiene también la sensación de que lo poco con lo que contaba Como bola sin manija fue estirado innecesariamente para alcanzar sus 71 muntos. Las secuencias musicales son terribles (por lo redundantes, por lo mal hechas), muchas secuencias carecen de sentido (no en cuanto a contenido, en cuanto a forma). Un ejemplo mínimo: el amigo Manija va al jardín japonés para asistir a una meditación guiada por la sobrina mayor (a la cual, después de la eterna sesión de tarot, uno termina odiando). El señor mayor entra al parque, la sobrina lo guía. En un momento, la mujer le pregunta por qué no se saca el sweater que hace calor. Y la cámara, que lo sigue (temblequeando) por detrás muestra, en ese mismo plano largo, todo el proceso de cómo el hombre se va sacando el sweater mientras camina junto a los estanques llenos de carpas. ¿Para qué queremos ver eso? ¿Para qué querríamos ver toda esta película? El tío insoportable no se vuelve más simpático porque los sobrinos lo acosen y esta película no tiene el menor sentido de ser.