Esta es la opera prima de Mercedes Gaviria Jaramillo, premiada sonidista por “Las hijas de Fuego” de Albertina Carri y por “Las mil y una” de Clarisa Navas. Para realizarla se baso en un diario de su madre, “esa mujer de treinta años que ya no existe”, en el material familiar que registró su padre cada vez que estaba en casa, donde ella participaba con placer, y en el detrás de escena de la filmación “la mujer del animal” realizada por Víctor Manuel Gaviria, el famoso cineasta, donde ella ofició de asistente. Con esos materiales que la muestran niña y nunca adulta, armo un film jugado e inteligente, donde reflexiona sobre las cosas que calló su mamá, los miedos y vulnerabilidades de su papá, los enojos de su hermano y cómo ese basamento familiar nos define la vida. Desde los recuerdos “apropiados” en esas filmaciones que sustituyeron su memoria, al cuarto intacto que conserva su madre con la esperanza de un regreso, a la incomodidad sobre la filmación de unas violaciones en un set dominado por hombres, que prefiere no mirar, pero que inevitablemente escucha. Cuestionamientos, conclusiones, el valor siempre potente del fuera de campo y la voz narrativa cargada de poesía y pensamientos. A veces solo necesita una definición para resignificarlo todo. Con respecto a la historia real de “la mujer del animal”, la verdadera protagonista prefiere no ir a la filmación, porque aun muerto “ese hombre violento le da miedo. Y que “el sufrimiento de Margarita revive en cada mujer.” Talentosa y sensible, la película de Gaviria Jaramillo se paladea en cada momento. Ella rearmó su vida con su pasado y la inteligencia emocional de su presente. Ese pasado que nunca es un cuarto intacto ni una caja con videos.