Un documental familiar de Mercedes Gaviria Jaramillo
La realizadora y sonidista Mercedes Gaviria nació en Medellín y antes de cumplir los 20 se radicó en Buenos Aires para estudiar en la FUC. Desde niña vivió el universo cinematográfico dado que su papá no es otro que Víctor Gaviria, uno de los directores colombianos mas reconocidos y premiados en el mundo.
Gaviria (la hija) mientras estaba estudiando en la FUC, ya había dirigido su corto Polvo de Barro (2013) y comenzado a trabajar como sonidista, su especialización. Ya sea en mezcla de diálogos, dirección de sonido o diseño sonoro, en los últimos años estuvo integrando los equipos de films argentinos como Las Vegas de Juan Villegas, Las hijas del fuego de Albertina Carri, Ficción privada de Andrés Di Tella, Las Mil y una de Clarisa Navas, entre otros. Había tenido una primera (y hasta ahora única) experiencia como actriz a los 10 años, en el film de Gaviria (el padre) Sumas y restas (2004). Allí fue la sobrina de Santiago, rol a cargo del actor Juan Carlos Uribe. Y unos 12 años después –ella ya viviendo y estudiando en Argentina- regresa a Medellín para acompañar a su papá en el rodaje de su nuevo (y hasta ahora última película) La mujer del animal.
Sobre estas dos experiencias, más un diario de su madre Marcela Jaramillo, mas una ristra de cortitos de películas caseras que fueron rodadas por su padre cuando ella tenía 2, 4, 6, 9 y mas años; Mercedes elaboró su guión para hacer su primer largometraje, en un testimonio que documenta las distintas vivencias, encuentros, pensamientos e interpretaciones, que cada uno tuvo durante esos momentos de convivencia familiar, ya fuera en la casa, en rodaje o viajando en auto. Claro que el material principal, la columna vertebral de este relato que va y viene en el tiempo, es su especie de making off durante la filmación de La mujer del animal (2016).
Esta es una obra que expone crudamente una visión ultramachista sobre violencia de género, que impacta a cualquier espectador, y que sin duda le removió ciertas ideas y sensaciones a la directora. Entre las decisiones que ha tomado para estructurar su film, tanto en el lenguaje, el estilo y el contenido; ella está casi siempre guiándonos en el relato con voz en off. Lo graba a su papá durante el rodaje del film o charlando con él en el auto. O incluyendo discusiones entre su hermano Matías y su padre. Y no tiene problemas en mostrarlo a Víctor junto a sus amigos en una trasnoche de charlas, bastante machadito y fumado. Y también contiene un instante de mucha tensión, cuando antes de una rodar una escena en el film Sumas y restas (de fuerte contenido social y político, con narcos de por medio) ella tiene una discusión y se resiste a hacer la toma.
Ella siempre es Mechi, para su papa y su mamá. Vive y filma en un clima bien tropical donde llueve constantemente. Tan es así, que hasta su familia y amigos se meten en la piscina cuando hace mucho calor y en medio de una lluvia copiosa. Por supuesto el sonido es un gran protagonista. En diálogos, ruidos callejeros e interiores, voces, murmullos, golpes.
Y mientras narra esas viñetas de su vida, va tejiendo un deseo de liberarse de este positivo/negativo lastre. La directora resume al final una especie de storyboard hablado. Sin meter al “demonio” en el medio, ni hablar de un “conjuro” expuesto, Mercedes Gaviria Jaramillo (con los dos apellidos de padre y madre) concreta un exorcismo con Como el cielo después de llover (2020), como una bisagra en su vida y como Mecha de una explosión creativa y propia de cara a lo que vendrá.