Sabemos que la justificación de una secuela obedece, en la industria hollywoodense, a la importancia del engrose de las cuentas bancarias de los productores en desmedro de la calidad de los relatos o de la necesidad de expandir la historia original. En 2010 la Dreamworks lanzó al mercado “Como entrenar a tu dragón”, que ya desde el título alimentaba la curiosidad y de hecho la satisfacía con creces. La historia era la de Hipo (voz de Eleazar Gómez), un pre adolescente hijo del jefe de un clan de vikingos que habitaba en un peñasco. Gente feliz, excepto cuando la aldea era asolada por dragones de todos los tamaños, colores y formas. Hipo, demasiado flaco y desgarbado para ser guerrero, contrastaba mucho con los suyos empezando por un interés hacia la física y hacia los inventos o sea, una mente expandida que eventualmente termina entendiendo a los dragones para lograr ponerlos de su lado. Perder el miedo a lo distinto, aceptar otra mirada, etc. era en definitiva por donde pasaba el mensaje. Bien. Cerró allí. El protagonista reflexionaba sobre el pueblo, las desventajas de la comida y lo bueno de que haya mascotas dragón en lugar de loros (¿?). Si eso no es un cierre, el cierre dónde está?
Mucha plata después Hipo creció un poco y anda medio rebelde a los mandatos paternos. Sobre todo cuando se entera que su padre (voz de Idzi Dutkiewicz) planea entregarle el liderazgo. Él, espíritu libre, adolescente, quiere otra cosa, como volar e investigar otros mundos junto a Astrid (Leyla Rangel). En uno de esos viajes descubre un grupo de mercenarios cazadores de dragones que deben llevar su particular botín a Drago (voz de Carlos Segundo), el villano de turno que pretende dominar a todos los dragones mediante un macho alfa gigante (parece un homenaje a Godzilla), al cual tiene bajo su yugo. Dentro de esta aventura conocerá a su madre Valka (Rebeca Patiño) a quién se dio por perdida 20 años atrás.
Dean DeBlois, director y guionista de ambas entregas (y de la tercera para 2016) saca de una galera artificial la excusa para darle peso dramático a la historia. Convengamos que la reacción del padre ante la aparición de su mujer veinte años después está más cerca de Migré que de la realidad. De todos modos, la curva de tensión tiene su ritmo aunque la decisión para el producto final pasa por la aventura con algunos toques de humor que funcionan muy bien, pero deja todo librado al entretenimiento puro perdiendo así alguna posibilidad de ahondar más en los lazos familiares, la fidelidad, e incluso el cuidar de los suyos por más que la frase se diga dos o tres veces a lo largo de los 102 minutos.
No hay nada de malo en la intención de entretener a los chicos y de paso dejar alguna moraleja. En este último sentido, “Cómo entrenar a tu dragón 2” apunta más alto de lo que le da el rango de tiro. Por cierto, su aspecto de leyenda medieval se mantiene intacto con un doblaje que repite casi el mismo elenco de la anterior. Tal vez los estudios de animación nos tengan mal (bien) acostumbrados a un contenido más profundo sin dejar de lado el vértigo de la aventura. Análogamente, al término de ésta película uno puede concluir en que se vio algo decentemente bien hecho pero, ¿no había otra idea como para no forzar tanto una secuela?