Como toda segunda parte motivada por el éxito de la primera entrega, Cómo entrenar a tu dragón 2 se gana el beneficio de la duda de entrada. En la primera oportunidad el film de Dean DeBlois (cuyo único antecedente como director era Lilo & Stitch) sorprendió gratamente a aquellos que pensaban que se trataba de otra película de Dreamworks con animalitos simpáticos que haciendo morisquetas y gracias se volvían queribles sobre la base de una historia tópica. Por fortuna ese estereotipado prejuicio falló una vez más para mostrarnos lo opuesto. Aunque aquí esté explotada al máximo la cuestión de personajitos tiernos que con poco se ganan el inmediato afecto del público, nuevamente con la ayuda de un guión sencillo pero efectivo, el mismo equipo del primer film concreta aquello que para tantos resulta tan difícil, una secuela a la altura.
En esta oportunidad, Hipo (con la voz, los rasgos y la gesticulación prestada de Jay Baruchel) ya es un adolescente rebelde que sigue desobedeciendo a su padre pese a tener el gran mérito de haber unido a su pueblo con los dragones. Ahora el problema es que existe un tal Drago (Djimon Hounsou, también conocido como "El morocho amigo de Maximus en Gladiador") que amenaza con traer la guerra a sus tierras. Pero Hipo en su modalidad más hippie intentará propagar su mensaje de paz y amor entre dragones y vikingos. Por suerte para el espectador, no así para el protagonista, la película hace gala de batallas y secuencias muy espectaculares que dejará boquiabiertos a grande y chicos.
Y conforme pasan los minutos, poco importa si podemos prever a pequeña o mayor escala el rumbo de la historia, porque en el proceso todos los personajes, desde los más pequeños hasta los más trascendentes, dejan un sabor muy grato en el paladar de niños y adultos que se pueden repartir cada uno distintos motivos para apreciar la película y a la vez compartir varios otros.