Ante la noticia del estreno de esta película, alguien tuiteó: “¿Cómo entrenar a tu dragón TRES? ¿Para qué lo están entrenando, para ingeniero agrónomo?”. La inquietud del afilado tuitero tiene respuesta: a Chimuelo todavía le quedaban lecciones para aprender, y en este tercer capítulo de la saga -que, se supone, es el último- le tocó la que quizá sea la más difícil de todas. Que no es la agronomía, sino el amor.
Porque en el cielo aparece una dragona -en realidad, se parece más a una Pequeña Pony- que encandila al dragón alfa. Y entonces Chimuelo tiene que estudiar los pasos del cortejo y la seducción. Pero esta es sólo una parte de la trama, porque ese objeto del deseo es un engranaje del malévolo plan de un cazador de dragones.
Se trata de Grimmel, que quiere distraer a la furia nocturna de su tarea de protección de Berk, el pueblo donde se concretó la utopía de que dragones y humanos convivieran en paz. Así, con Chimuelo en otra cosa, quedará el terreno libre para que la aldea de Hipo, los vikingos y sus dragones sean conquistados.
Aunque es entretenida y tiene un buen villano, tal vez la trama no sea lo mejor de Cómo entrenar a tu dragón 3, que como las anteriores fue escrita y dirigida por Dean DeBlois. El mayor lucimiento para por el aspecto visual. Algunos de los personajes humanos y la mayoría de los dragones -esa mezcla de perros juguetones y caballos- son adorables. Y los paisajes que recorren son deslumbrantes, en especial la tierra oculta, un santuario de dragones ubicado en el fin del mundo. Ahí donde ningún predador podrá volver a molestarlos.