Culmina aquí la historia del joven vikingo Hipo, su dragón Chimuelo, la tribu y la fauna que lo acompaña. En tres películas a lo largo de 9 años los hemos visto crecer, sufrir pérdidas dolorosas, madurar. Esto de ir creciendo, con todo lo que significa, no es nada común en los dibujos animados. Tampoco, que una sola persona haya escrito y dirigido las tres películas. Y se haya empeñado en hacer la tercera, no porque la segunda hubiera sido tan exitosa (al contrario) sino porque él mismo quería darle un cierre a la historia.
Dean DuBlois es el hombre, canadiense de origen, coautor de “Lilo & Stich”, obra que ya anticipaba eso de amigarse con los bichos, protegerlos, y reorientar la naturaleza cazadora y destructiva del ser humano. También la cara de Stich anticipaba la de Chimuelo. Al respecto, es notable el avance técnico y narrativo de DuBlois y su equipo. Cierto que muchas partes son demasiado habladas y musicalizadas, y algunas peleas son medio confusas, pero hay partes realmente admirables, como el cortejo de una pareja a través de las nubes, frente a la aurora boreal, y luego el encuentro con el mundo oculto de esos animales, todo con un enorme detallismo, notable colorido y sin una sola palabra.
Mencionamos una pareja. Si, Chimuelo encuentra novia, una dragona cara de gata blanca que primero parece una mala pécora pero resulta gran compañera. E Hipo al fin concreta con Astrid, cuando ella decide, por supuesto, porque aquí las mujeres tienen peso, incluso la frívola de Bruticia, que vuelve loco al malo de la película, un fulano con facha de Anton Ego canoso sin infancia.