Brillante cierre para una gran trilogía.
En 2010 Dean DeBlois nos trajo a la pantalla Cómo entrenar a tu dragón; en ese puntapié inicial de la saga, el realizador constituyó un nuevo lenguaje en películas de animación ya que ofreció una historia sensata y llena de novedades sobre la historia de un joven vikingo Hipo Hiccup (Jay Baruchel) que comienza a incursionar en el mundo adulto. Siempre a su lado uno de los grandes hallazgos de la trilogía, el dragón Chimuelo Tooyhless. La trama, además de tratar temas relacionados al proceso de maduración en la vida, contenía un gran lema sobre la importancia de la protección a los animales.
En 2014 llegó la inevitable secuela. A pesar de algunas modificaciones en el equipo técnico, Cómo entrenar a tu dragón 2 superó en calidad a su predecesora reforzando un contenido cuya valiosa idea principal hacía referencia a lo engorroso de pertenecer al mundo adulto, la dureza de la vida; abarcando tópicos desde la muerte, el genocidio, etc.
En el 2019, ya habiendo visionado la tercera y última parte, como espectadora, sostengo que es lo que faltaba para darle un cierre y profundizar en los temas narrativos ya presentados en el transcurso de la última década.
Mientras Hipo cumple su sueño de crear una pacífica utopía de dragones, el descubrimiento de un compañero indomable y escurridizo por parte de Chimuelo aleja a la Furia Nocturna. Cuando el peligro aumenta en casa y se pone a prueba el reinado de Hipo como jefe de la aldea, tanto el dragón como el jinete deben tomar decisiones imposibles para salvar a la especie.
En momentos en donde la industria cinematográfica parece involucrar poco al corazón, es una suerte que Cómo entrenar a tu dragón 3 aún conserve la vertiente de contar a partir de un sentimiento, dejándonos en la memoria escenas exquisitas y encantadoras. La mayor enseñanza que rescato es la importancia de crear consciencia sobre el cuidado en la especie animal y vegetal, que es tarea de todos los seres que habitamos la tierra y no de un simple puñado de personas que deciden arriesgarse para salvar lo que nos queda.