Cuestión de riesgos
En Cómo funcionan casi todas las cosas, ópera prima de Fernando Salem, se percibe una indagación que podría emparentarse con la de su protagonista, Celina, quien luego del fallecimiento de su padre enfermo tomará una serie de medidas personales y laborales en pos de reencontrarse con su madre biológica, de quien ha estado separada por largo tiempo. El viaje que hará la joven, cruzándose con diversas dificultades y barreras, tanto interiores como exteriores, que la harán cambiar y repensarse a sí misma, es similar al del film, que a cada rato está reconfigurándose y transformándose a sí mismo desde la historia que plantea
A lo largo del relato se apelan a distintos formatos narrativos -la entrevista, casi fusionándose con el documental; el relato intimista y contemplativo; el drama crudo y explícito- y hasta en determinados momentos Celina deja de ser el centro, dispersando su foco hacia otros personajes, como una compañera de su nuevo trabajo (Pilar Gamboa), a quien le encargan que le enseñe a vender una enciclopedia, aunque el recorrido que deberán hacer juntas estará plagado de conflictos.
Hay que reconocerle a Salem que nunca pierde el timón y jamás cae en excesos melodramáticos (incluso en una secuencia impactante y problemática como es la muerte del padre de Celina, narrada casi como una tragedia anunciada), pero eso también le juega en contra, porque sólo en escenas muy puntuales el film entabla una conexión carnal y congruente con el espectador, haciéndolo participar de lo que se cuenta desde su rol de observador y estableciendo la apropiada empatía con la protagonista. No es que estemos ante un relato frío, pero Cómo funcionan casi todas las cosas tampoco toma verdadera temperatura, quedándose en una tibieza ya habitual en buena parte del cine argentino de las últimas décadas -cuyo molde predeterminado ha dado algunas grandes películas pero también muchas intrascendentes-, coqueteando con lo dramático y sentimental, pero sin terminar de explotar las potencialidades de los conflictos que configura.
Salem no sólo posee talento para narrar, sino que además se le nota que es capaz de acercarse a los personajes que diseña, sin manipularlos en función de lo que quiere contar, aunque aún debe consolidar su mirada. La sensación que transmite es que cuanto más riesgos tome, cuanto menos quiera parecerse a otros exponentes de la cinematografía nacional, mejor le va a ir. Por ahora, con Cómo funcionan casi todas las cosas, tiene a su favor un puntapié inicial que, sin descollar, no deja de ser atendible. Será cuestión de ver si se atreve a dar ese paso que da Celina en la trama, si empieza a buscar ese camino que sea realmente propio.