¡Qué tierno!
Quienes paguen por ver esta película conocen qué artilugios les deparará. Y es que ¿Cómo lo hace? (I don’t know how she does it, 2011) es un film destinado a satisfacer a un público específico. Aún teniendo en cuenta esto, y aún circunscribiendo el proyecto a un género cuyas ambiciones no son más que la de aggiornar al producto anterior para no padecer denuncias de plagio, el trabajo de Douglas McGrath es mediocre.
Kate Reddy (Sarah Jessica Parker) es una ejecutiva de las finanzas encargada de garantizar el sustento de su esposo (Greg Kinnear) y sus dos hijos. Sumida en la monotonía, Kate decide aprovechar una oportunidad laboral que supone abandonar su ciudad de residencia con más frecuencia de la habitual. En uno de esos viajes conoce a Jack Abelhammer (Pierce Brosnan) y comienza a familiarizarse con él. Al afianzarse la relación, Kate se encuentra con la posibilidad de emprender una nueva vida con Jack o continuar con su vida cada vez más insulsa.
La película enfatiza en una confrontación de pareja producto del desgaste temporal, agregando también, un tercero en discordia que implanta dudas en la consciencia de la protagonista. Adentrada la historia y expuestos los puntos de vista de ambas parcialidades frente al conflicto (aquí se plantea, inicialmente, una dualidad vincular armónica) los personajes huyen hacia el fruto de la tentación, a quien es erigido como un obstáculo en el apacible camino hacia la prosperidad matrimonial y hacia la consolidación paradigmática de la falange familiar. En ese encuentro es donde se monta una de las falacias más estólidas y repudiables del género; Si el espectador presta atención puede apreciar cómo, en la mayoría de los casos, inmediatamente después de que la chance de concretar una circunstancial unión disoluta se le presente al protagonista (destruyendo de esa manera el consentido pacto de fidelidad de la pareja) un instante quimérico y algodonoso de epifanía obnubila el reflejo instintivo de desligarse del sopor cotidiano y encausa, de manera correctiva y con una precisión rítmica que privilegia a la tranquilidad de consciencia, su vida en el loable trayecto de lo moralmente prefijado.
La secuencia que sucede a esa mágica comprensión existencial es, esencialmente, la misma de siempre. Una variante angustiosamente asténica de aquel Dudley Moore corriendo por la playa hacia su objeto de deseo en 10, la mujer perfecta (10, 1979) del legendario Blake Edwards. En esta instancia, ya que la escena mencionada constituye la algidez emocional en este tipo de películas, la reacción del público concurrente debería dividirse en dos polos opuestos, posicionándose sobre dos márgenes irreconciliables; Existirán aquellos que materializando la necesidad masturbatoria de legitimar sus traspiés irrumpan en llanto y existirán, también, aquellos que terminen por perecer en sufrimiento cerebral ante el descomedido despliegue de cursinerías y lugares comunes.
Sobre el personaje principal, interpretado por Sarah Jessica Parker, sólo es necesario decir que se atiene a las características arquetípicas instauradas en las “Chick Flicks”. Vale remarcar el carácter egoísta de estos personajes, ya que todos los demás operan en función a sus intereses. No hay nada azaroso en su devenir y sus entornos afectivo y laboral priorizan un nivel de gentileza excesiva e injustificadamente condescendiente que es difícil de digerir.
Ante la ridiculización del día a día de la mujer independiente y la trivialización conveniente de sus pesares, cuesta comprender cómo quienes simpatizan con los personajes no se retuercen en indignación hacia los realizadores.