Esperemos que alguien en su sano juicio diga alguna vez que no, que Sarah Jessica Parker no sostiene una película, que es una comediante mediocre y que repetir ciertos truquitos de Sex and the City en plan “madre esposa profesional qué difícil qué difícil” (tópico demasiado trillado que, en estas pampas de quita de subsidios, es imposible ver desde la comedia) es totalmente inadecuado. Por suerte está ese secundario gigante que es Pierce Brosnan y algún paisaje neoyorquino para el turista que todos llevamos dentro.