En la superficie, el gran tema de Cómo mueren las reinas parece ser la sexualidad, sus vericuetos y zigzagueos, manifestados con particular intensidad en un ambiente cerrado en el que dos jóvenes viven con una tía cuya inestabilidad emocional no colabora para aflojar las tensiones que vibran allí todo el tiempo.
Pero el debut de Lucas Turturro es más que eso: también entran en juego los fantasmas del pasado -el recuerdo intermitente del fatal accidente que sufrieron los padres de las chicas, que titila como un flash inquietante en la memoria de Mara (Malena Filmus, impecable)-, una relación sentimental en crisis que dos adultos tampoco pueden terminar de resolver y sobre todo la llegada de un primo que se convierte en el epicentro del deseo furtivo de estas hermanas que pasan de la complicidad a la competencia cada vez menos velada.
La película registra muy bien ese clima recargado de sugestión en el que cada personaje va tejiendo sus propias estrategias para la supervivencia, en un contexto donde el factor común parece ser la insatisfacción.
Como telón de fondo, el mundo de la apicultura, con cuyo funcionamiento reglado la trama también establece algún vínculo, pero sin forzar las alegorías más obvias.
Turturro exhibe un notable dominio de la puesta en escena, máxime si se tiene en cuenta que es su primer largometraje, y el excelente trabajo de fotografía de Nicolás Trovato potencia la eficacia del film.