Otra de espías, pero con mascotas
Como perros y gatos 2 se apoya en una trama de escaso vuelo que parodia a 007 y en los efectos visuales 3D
Once años separan a la película original Como perros y gatos de esta secuela, que a juzgar por sus resultados intenta sobre todo sacar provecho del irresistible atractivo que por ahora despierta cualquier estreno en 3D. Esta novedad marca la diferencia a tal punto que los efectos visuales, convertidos en amos y señores, reducen a la mínima expresión la presencia humana, bastante significativa en el comienzo de la historia.
Una historia familiar dominaba el film de 2001: la obsesión de un científico por hallar un remedio a las alergias de las mascotas abría una módica aventura de espionaje, en la que perros y gatos se convertían en enemigos irreconciliables. Algunas de esas mascotas (los canes Butch y Lou; el felino Mr. Tinkles) reaparecen en una segunda aventura que parodia a las películas de James Bond desde la secuencia de los títulos, en la que reaparece la voz más familiar en términos musicales para los devotos de 007, la de Shirley Bassey.
En este caso, la excusa argumental es una nueva operación encubierta del equipo canino ultrasecreto, al que se suma un perro policía castigado por el fracaso de una operación. Y de nuevo una gata (la Kitty Galore del título) aparece como villana, construida en trazos gruesos a imagen y semejanza de las enemigas de James Bond. La novedad es que se queda tan solo como ellos, porque varios de su especie también se organizan en una red de agentes secretos, cuyo líder responde al nombre de Lazenby (otro guiño para los fanáticos de 007, al punto que en la versión original tiene la voz de Roger Moore).
Así se pierde uno de los escasos atractivos de la primera parte. Para evitar protestas y posibles reclamos de favoritismo, ahora perros y gatos son aliados: el único enemigo es el felino más malo y más desagradable de todos. Como para marcar aún más las diferencias, Kitty Galore resulta ser un animatronic armado en un laboratorio de efectos visuales; el resto son animales verdaderos, llevados a la acción gracias a un batallón de efectos digitales.
Esa acción resulta más vertiginosa que precisa y más artificiosa que coherente. La trama desborda en menciones y referencias a películas muy conocidas (además de Bond se cita a Arma mortal , El silencio de los inocentes y muchas otras que auguran una tercera entrega), pero el divertimento se agota rápido y todo se limita a mostrar del modo más llamativo posible cómo todos estos animales bien adiestrados son capaces de hablar y de desafiar la ley de gravedad, mientras los escasos actores de carne y hueso (Chris O´Donnell y el excelente comediante de 30 Rock Jack McBrayer) quedan totalmente desaprovechados.
Al menos es posible disfrutar de un fantástico prólogo con el regreso de los Looney Tunes . En una nueva aventura de tres minutos con el Coyote y el Correcaminos, a la que sólo le hace falta bajar un poco el pie del acelerador, el 3D refulge en los entrañables escenarios surgidos de la inventiva de Chuck Jones y el espíritu de la historia original se mantiene intacto, así como un comentario musical digno de Carl Stalling. A diferencia del producto principal, esperamos en este caso con avidez nuevas aventuras.