Cómo filmar un compendio de moralinas
Alice (Dakota Johnson, de 50 sombras de Grey) cortó con su novio facultativo para ver cómo se sentía enfrentando el mundo adulto en soledad. Se muda con su hermana Meg (Leslie Mann), obstetra que asegura a quien quiera oírla que ayudar a mujeres durante el parto no le despierta el instinto maternal, y entra a trabajar a un estudio de abogados, donde pega mucha onda con su compañera Robin (la australiana Rebel Wilson, en su enésimo rol de gordita reventada y amante de la joda y el sexo casual). El punto habitual de encuentro es un bar regenteado por el futuro chongo de Alice y en el que también suele caer Lucy (Alison Brie) para tener mil citas a ciegas con chicos sacados de Internet. Casi todas las chicas, con excepción de la última, la soñadora, la que espera su príncipe azul, se emborrachan y se encaman con el primer tipo que les tire un poco de onda, hasta que casi todas ellas se dan cuenta de que no, que nada mejor que la estabilidad emocional, ya sea sola o acompañada. Así se plantean las cosas en este remedo autoindulgente de Sex and the City y Girls llamado Cómo ser soltera. Que el arco dramático ensaye distintas respuestas a esa pregunta marca el tono de una propuesta preocupada por su carácter moralista, de aprendizaje a la fuerza. Nada malo de por sí, salvo porque los personajes se mueven traccionados por los hilos de esa meta dramática y no por la propia dinámica de los hechos que atraviesan.Situada en Nueva York y narrada con un tono melanco hipster, Cómo ser soltera se estrenará en España este viernes con el título de Mejor... solteras. El bautismo ibérico será funcional y coherente sólo para aquellos espectadores que se levanten de su butaca cuando promedie el metraje. De ahí en adelante, el film de Christian Ditter pasará de la glorificación de las fiestas y el descontrol a su negación y posterior condena, interpretándolas únicamente como síntomas de un vacío generado por la ausencia de una media naranja. Pecado mortal para una propuesta con ínfulas de retrato y relato –habrá mensajitos, emoticones y clavado de vistos por doquier– de la generación sub 30. Así de unidimensional es todo. De mujeres que viven el sexo con libertad y sin culpas, ni hablar. De mujeres que hacen de la soledad una elección, tampoco. De mujeres capaces de divertirse simplemente pasando el rato con amigas, menos. De mujeres preocupadas por pagar las cuentas y llegar a fin de mes mientras intentan construir una carrera profesional, menos que menos.