Pensé que algo estaba mal con esta película. Comienza presentando personajes variados, entre ellos la protagonista, para quien parece anunciar un recorrido de transformación. Ella es Alice (Dakota Johnson, nacida para la cámara cinematográfica), y le pide a su novio un tiempo para descubrir qué se siente estar sola. Taxi amarillo cruza el puente de Brooklyn mientras suena Taylor Swift. “Como ser soltera” se nos aparece como ligera e inocente desde su forma, un disfraz que viste hasta el último plano. Se disfraza de género también, con la fórmula certificada de la comedia romántica. Sin embargo, si prestamos atención, veremos que se trata de un catálogo humano, genuino y sorprendentemente estático.
“No avanza el relato”, pensaba mientras veía un desfile de estereotipos que van y vienen sin cuidado alguno: la ingenua indecisa (Alice), la fiestera incorregible (una desatada Rebel Wilson), la mujer exitosa e independiente (Leslie Mann, bella y filosa; siempre la dosis justa de ternura y comicidad), la “Susanita” (Alison Brie), el Don Juan (Anders Holm), el viudo reticente (Damon Wayans Jr), el “buen partido” (Nicholas Braun) y hasta el “noviero” (Jake Lacy). Entre todos estos encontraremos co-protagonistas sin mucho desarrollo, personajes que aparecen en la historia sin que sepamos de dónde salen, otros que conocemos por una escena y luego no vemos durante un largo rato; las subtramas se abren y cierran más de una vez y la historia no tiene una dirección clara. Pero es intencional.
El punto no es que las cosas cambien sino mostrar su naturaleza estable y las justificaciones y contradicciones que la psiquis va tejiendo y verbalizando para atentar contra tal verdad. En este sentido, cada escena funciona como un dispositivo para exponer un punto. A veces de modo más juguetón y contemporáneo (como el paralelismo entre personas y maníes cuando Brie habla de las citas online, o todo lo que tiene que ver con el gastado recurso de poner en pantalla los mensajes de texto), a veces por medio de un intenso monólogo (atención a la escena del chocolate caliente y el árbol de navidad, cortesía de Mann) o una frase desalentadora y desubicada (“no me necesitan más ahora”, remata Wilson, desacreditando lo que en cualquier otra película sería un punto dramático y emocional alto).
No tenemos tiempo para conectarnos con los personajes porque el guión está constantemente arrojándonos información y cada vez que surge la posibilidad de un mínimo vínculo, el film lo corta de cuajo o lo suaviza. Y de repente nos reímos, porque hubo un remate cómico o porque nos desconcertó la resolución que la historia eligió en un momento determinado. De todos modos, esta falta de apego emocional no le quita sensibilidad al film. Es decir, que los personajes carezcan de profundidad no implica que no la tengan las ideas que representan. Allí, en la exploración honesta de estas ideas, se encuentra el núcleo sincero de una pieza que no se casa con nada ni con nadie, parándose ambigua y orgullosa en la cima de una montaña.
Es refrescante que una película que se vende como una más del montón tenga este nivel de audacia y lucidez. “Como ser soltera” nos zarandea, nos defrauda y se nos ríe en la cara. Quizá haya que verla dos veces, pero una vez que captamos su mecanismo, el viaje es plenamente disfrutable.