La culpa no es de Cupido
Comedia entre edulcorada, zafada y zonza, tiene tantas vueltas como alguno de los personajes histéricos
Si para Navidad llegan las películas con familias reunidas alrededor del arbolito, se aproxima San Valentín y Hollywood nos tiene preparados no una sino dos (sumar En nombre del amor) producciones edulcoradas que en tono de comedia zafada, como es el caso de Cómo ser soltera, o más romántica (En nombre…) nos recuerdan, por si hay algún desmemoriado, los complicadas que suelen ser al principio las relaciones en pareja.
Y para hacerlo más complicado -o porque entre los tres guionistas se dieron cuenta de que ninguna de las cuatro historias que tenían entre manos de la novela original daba para entusiasmarse mucho con una sola- son varias las neoyorquinas y neoyorquinos que se cruzan en un bar, algunos, y por la vida, todos.
Allí está Dakota Johnson, la flaquita de Cincuenta sombras de Grey, como Alice, que deja a su novio y decide tomar distancia para ver qué pasa, qué tiene y qué le falta, y se muda a Nueva York, a lo de su hermana Meg (Leslie Mann). Conoce en su trabajo a Robin (Rebel Wilson, el personaje desaforado que era de esperar) y tras algún encuentro fogoso, decide que quiere volver con su prometido stand by. Pero éste conoció a otra chica, así que Alice, Robin, Meg -que es obstetra pero no quería saber nada con tener hijos-, más Lucy (Alison Brie), que busca relaciones por chat de Internet, serán las cuatro cabezas de historias que tienen amor, claro, pero también mucha histeria.
El amor, a veces o casi siempre, suele ser irracional, pero esto que se ve aquí tal vez sea demasiado. O tal vez no, pero San Valentín no tiene la culpa de todo. Démosle por una vez algo de crédito a los guionistas y a quien es responsable en la dirección, Christian Ditter.