Tres amigos en un camping, no lejos de Buenos Aires, y el despertar de una relación homosexual. Ese es el centro de esta película argentina en la que el trío de varones -alegres, algo infantiles, íntimos- irá descubriendo nuevos aspectos de su relación y de sí mismos mientras toman el sol, se salpican en el mar, juegan a la pelota o discuten qué hacen para comer. Una chica, y la precipitación de encuentros sexuales, modificarán ánimos y situaciones.
El director Lucas Santa Ana arma con estos elementos y en su locación natural, un laberinto verde que da a la playa pródigo en pájaros cantores, un film acotado, una producción pequeña, que logra sembrar el interés. Suerte de versión recatada y argentina de El extraño del lago, tiene algunos problemas de interpretación, subrayados innecesarios y algún exceso -la música de Coiffeur, muy atractiva al principio, termina siendo demasiado presente-. Pero con sus defectos, hay allí un cineasta capaz de transmitir una mirada aguda (“los amigos son mejores que las novias. Un amigo es como una novia sin sexo”, dirá uno de ellos) sobre la amistad masculina.