La esperada película Competencia Oficial, dirigida por Mariano Cohn y Gastón Duprat (creadores de exitosos títulos del nuevo cine argentino como El ciudadano ilustre, Mi obra maestra y El hombre de al lado), llega hoy a las salas porteñas y de todo el país.
Las expectativas vienen de la mano de la dupla creativa a cargo de la dirección y del guión (junto a Andrés Duprat), del reparto estelar que cuenta con tres figuras convocantes que se encuentran en lo más alto del podio internacional de habla hispana como son Antonio Banderas, Penélope Cruz y Oscar Martínez, y el hecho que fuera muy bien recibida en varios festivales internacionales en 2021, desde el Festival Internacional de Cine de Toronto hasta la última edición del Festival de Cine de Venecia.
La historia que cuenta Competencia oficial se inicia con un empresario millonario (a cargo del excelente actor español José Luis Gómez, que aparece solo en un par de escenas) quien al cumplir 80 años decide dejar alguna obra que inmortalice su nombre y para ello emprende la aventura de financiar una película. El proyecto recae en Lola Cuevas (Penélope Cruz), una directora excéntrica y rupturista que convoca a Iván Torres, un metódico maestro de actores (Oscar Martínez) y a Félix Rivero, un cotizado galán de fama internacional (Antonio Banderas). A partir de allí se desarrolla la película dentro de la película, en un estilo cuasi episódico, a lo largo de una serie de escenas o sketches breves que nos muestran los preparativos del rodaje en la mansión del magnate que pone los dinerillos para financiar la alocada empresa.
Esta coproducción coloca a los actores en medio de enormes escenografías minimalistas que muestran el vacío de un mundo materialista y desolador, y por medio de una alternancia de planos panorámicos con primeros planos nos permite disfrutar de la terna central, captando guiños y matices que construyen el tono justo de una comedia velada, en la que se luce en particular Penélope Cruz, en un gran momento de su carrera (está nominada al Oscar por su papel en Madres Paralelas, de Almodóvar).
El juego de cajas chinas de hablar del cine desde el cine, subrayando la impostación de creernos lo que aparentamos, les da la excusa perfecta a Cohn y Duprat, en complicidad con sus tres protagonistas, para reírse de sí mismos y tomarle el pelo a buena parte de los pecados capitales de la industria cinematográfica en relación con la popularidad, el prestigio, la soberbia, la codicia, la superficialidad, los clichés y la esencia misma del arte. La dupla creativa retoma varias de las temáticas que habían trabajado en películas anteriores, y como en El ciudadano ilustre (gran realización de 2016 que marca lo que muchos consideramos su mayor logro) explora el mito de Caín y Abel: la dualidad humana representada por dos personajes que son caras opuestas de la misma moneda. El resultado es una parodia sutil sobre el valor de los premios, una gran broma (desde el título hasta el final abierto) a la que tal vez le sobren algunos minutos pero que sin dudas se presta a ser objeto de consumo como parte de la industria del entretenimiento para analizar en la charla y el cafecito post función.