El tema del prestigio. “Competencia oficial” de Gastón Duprat y Mariano Cohn. Crítica.
La última película de los directores de “El ciudadano ilustre”.
Francisco Mendes Moas Hace 6 mins 0 3
Desde un inicio, podemos afirmar que las producciones de los directores Gastón Duprat y Mariano Cohn siempre mueven algo cada vez que salen a la luz. En este caso, su última película “Competencia oficial” llega a las salas de todo el país este jueves 17 de marzo. Con un elenco de grandes estrellas, entre las cuales podemos resaltar a la tríada protagonista, formada por Antonio Banderas, Penélope Cruz y Oscar Martínez. Desmenuzando el obsceno mundo de la industria cinematográfica durante dos horas.
Como si del señor Burns durante el festival de cine de Springfield se tratara, un empresario multimillonario busca la trascendencia a través de la producción de una película. Para esto hace lo que a priori todos pensaríamos correcto, buscar a los mejores en para llevarla a cabo. La directora más prestigiosa del país es convocada y es ella quien decide utilizar a la estrella de cine más famosa, junto al mayor maestro de actuación contemporáneo. Un choque de mundos y de metodologías, que no pareciera poder funcionar.
Una de las preguntas que rondan la atmósfera del audiovisual es: ¿Qué es el éxito en el arte? ¿Serán los premios? ¿La consagración ante el público? ¿Qué publicó? Para algunos personajes es la adquisición de fama y abultadas cantidades de dinero. En otros, el éxito significa la mirada aprobadora por parte de los pares, los premios a una carrera aplicada y despejada de excesos. Por su parte, el multimillonario productor desea conseguir prestigio mediante su película, dejar de ser visto como alguien con mucho dinero y en su lugar ser alguien culto. Prestigioso.
Esta aceptación, mirada consagratoria, aprobación que solo da cierto tipo de público. Las grandes masas carecen del poder de canonizar una película, en cambio si la pueden convertir en objeto de culto. No así la academia, los estudiosos, los jurados de festivales, quienes con su pulgar mirando al cielo, consiguen brindar esta condición intangible que hace a una película mejor que la otra. Algo que se puede percibir fácilmente durante la semana de Cannes en el complejo Gaumont. Donde los cultos espectadores se sacan los ojos a fin de conseguir una entrada para ver un audiovisual que saben jamás llegará a salas comerciales.
Y la película se ríe de esto, del pretencioso esnobismo que acarrean algunos audiovisuales o la industria misma. Se burla de aquel público, de aquellas personas cultas que difieren una película de otra por sus galardones o paso por festivales. Empero, resulta en una burla al mismo público que irá a las salas a ver “Competencia oficial”. A veces con nosotros y otras veces de nosotros. Sus creadores saben muy bien cuál es su público y generan un producto para ellos. Como así lo saben los Midachi y los Le Luthiers.
Por otra parte, se encuentra presente el, a veces arbitrario, concepto de química entre los actores. Aquella cualidad binaria, la cual se tiene o no, donde los actores y personajes comulgan en escena, abogando a una sensación de naturalidad ininterrumpida. Es innegable que entre los actores, Banderas, Martínez y Cruz podemos notar que esta condición existe. Sin embargo no sucede entre Iván y Felix, lo cual será la base del conflicto y de los pases de comedia. Teniendo al personaje de la directora, Lola, haciendo hasta lo imposible para conseguir que la rivalidad entre los actores desaparezca.
Lo cual podría asemejarse a los chistes de comidas de avión que llenaban los repertorios de todos los comediantes de stand up de los 90’s. Por lo visto, todos viajaban mucho y comían mucha comida de avión. En resumen hablaban de lo que sabían. Algo similar sucede con los cineastas haciendo películas sobre hacer películas. Es de lo que más saben, le dedican su vida a eso. Por eso pueden desgranar cada parte del proceso de producción de un audiovisual y burlarse de ello con tan buenos resultados.
Por lo cual, llegamos a la conclusión que “Competencia Oficial” cumple con su buena dosis de risas y situaciones cómicas. Repleto de aquel absurdo hiperbólico, que llega a dar la vuelta antes de quedar ridículo, con el que condimentan todas sus producciones Gastón Duprat y Mariano Cohn. Pero a diferencia del resto de su filmografía, esta podría ser la más amigable para el público en general, logrando su convocatoria a través de la cara de las famosas estrellas españolas Antonio Banderas y Penelope Cruz.