Otra vez sopa
Una vez más y con pocas semanas de diferencia, llega a las salas una película que vuelve atrás en el tiempo para tratar el tema de la dictadura y los desaparecidos, y avisamos que queda otra por venir en un par de semanas. Esta vez la propuesta es algo más decente que la impresentable "Eva y Lola". Porque hay en "Cómplices del Silencio" un tratamiento cinematográfico decente, buena producción y algunas actuaciones destacables. Eso sí, dentro de un elenco muy desparejo y con un guión muy pobre y efectista.
Un par de periodistas italianos viajan a la Argentina para cubrir el mundial de fútbol de 1978. Uno de ellos, el protagonista de la historia, tiene familia en Buenos Aires y un encargo por cumplir. Recién llegado a la casa de sus tíos, Maurizio (Alessio Boni) comparte un almuerzo familiar en el que conoce al marido de su prima, un funcionario del ministerio del Interior interpretado por el siempre eficaz Juan Leyrado, quien de entrada deja en claro qué tan oscuro es su personaje, y gracias a su oficio lleva adelante el rol sin caer en la caricatura en la que sí caen muchos integrantes del reparto.
Maurizio busca a una mujer llamada Ana (una correcta Florencia Raggi), a quien debe entregarle dinero de parte de un amigo italiano. El encuentro se produce y por esas cosas del cine, el amor se da a primera vista. Répidamente Maurizio se interesa en saber por qué esa mujer actúa tan misteriosamente. El público también. Nunca se explica por qué Ana y sus barbudos y desaliñados amigos portan armas y viven escondidos. ¿Cuales son sus planes? ¿Qué los llevó a vivir en la clandestinidad? Nada de eso se cuenta en el filme; sí en cambio, se pone mucho esfuerzo en mostrar de qué son capaces los villanos de la historia. Deja vú. Cine argentino del alfonsinismo. Más de lo mismo.
Lo peor son las pésimas actuaciones de quienes hacen de soldados y parapoliciales que deben decir sus líneas prefabricadas, plagadas de lugares comunes. Se animan incluso el director y el guionista, italianos ellos, a asegurar que aquel mundial fue comprado por los militares, faltando así el respeto no sólo a los jugadores de aquella selección sino también a los de la selección holandesa, la única que se manifestó pública y oportunamente en contra de la dictadura imperante.
Esta co-producción italo-argentina se suma a otros filmes que poco hacen por mostrar una porción de nuestra historia con imparcialidad y rigor histórico; por el contrario, se inscribe en el género maniqueo y efectista que se nutre de obviedades que insultan la inteligencia del espectador informado.
En la década del ochenta se podía permitir que el cine se dejara llevar por cierto espíritu militante, en el fragor por contar tantas historias desgarradoras cruzadas por una dictadura sangrienta. Pero en esos años faltaba información. Hoy es imperdonable que con tanta bibliografía disponible y a años de distancia del horror, se sigan produciendo filmes que poco esclarecen y mucho confunden.