Infra El ritual se repite para Tricia, cambiar los carteles que desde hace siete años pega en los postes de su vecindario y en los que pide información sobre su desaparecido esposo Daniel. Sin novedades sobre él, pronto tendrá que declararlo muerto, y eso le provoca una angustia extra que apenas puede mitigar con la llegada de su hermana Callie. En el barrio hay un túnel que pronto atrae la atención de Callie y adquiere una importancia mayor a la que tendría un pasaje cualquiera; ahí suceden cosas extrañas y la suerte de Daniel podría tener que ver con ello. Filme de bajísimo presupuesto -se nota, y mucho- en el que todo intenta resolverse con planos más o menos inspirados y sugerentes, pero -sabido es- para sugerir hay que tener talento, no basta con ser ocurrente. El director sostiene el tono durante toda la película y apuesta al guión, que sin ser de gran originalidad al menos escapa al efectismo tan en boga por estos tiempos. Punto flojo es el de la dirección de actores, los que se mueven cerca del amateurismo, y algunos ofrecen actuaciones que deberían haber quedado en una cinta de casting. Por otra parte, la banda de sonido ofrece un leitmotiv casi constante, poco inspirado y algo molesto que procura crear un clima que el director no logra del todo con su puesta en escena. "Ausencia" es otra propuesta de terror para una cartelera que ya viene saturada con un género que pide a gritos una renovación, y pocos lo escuchan.
Actores en penitencia Sabido es que las empresas suelen tener un sector destinado a los empleados que cometen una falta, al que comunmente se le llama "siberia", o de otras formas que remiten a lugares inhóspitos. Esta película sin dudas es la "siberia" de Hollywood, porque si no es por ser castigados, entonces no se comprende cómo es que actores de la talla de los que integran este elenco se han prestado a ser parte de semejante basura. La película tiene como hilo conductor a un grupo de subnormales que la van de hackers y buscan en la web una película prohibida. En esa búsqueda se topan con videos "clasificados", que son los catorce sketches dirigidos y escritos por diferentes directores y guionistas contenidos en el filme. La mayoría de los segmentos tienen en común la escatología y la falta de gracia. Parecen escritos por adolescentes reprimidos sexuales, de esos que dibujan tetas en los cuadernos y creen que eructar es chistoso. Resulta apenas interesante el dirigido por Brett Ratner, y provoca alguna sonrisa el de Peter Farrelly, por lo desaforado de la propuesta y sus intérpretes. En general parecen guiones desechados del "Saturday Night Live", por obscenos e insultantes a la inteligencia del espectador. También podría ser un descarte de "Cha Cha Cha", especialmente el corto donde Batman y Robin están en un bar de citas. Hace poco llegó a nuestras pantallas "VHS", algo parecido a esto pero en clave de terror. Ahora con similar formato llega esta propuesta infame y carente de sentido, que no merece la mínima atención de su parte.
A matar imbéciles Bruce Willis aseguró que se producirá una sexta entrega de "Duro de Matar", y esperamos que se haga. Porque un personaje como John McLane merece despedirse con un filme que haga honor a su historia cinematográfica y no con esta mediocre historia de la que nos acuparemos a continuación. La acción transcurre en Moscú, donde el hijo de McLane está involucrado en una trama poco clara en la que dos rusos se disputan secretos y poder. El viejo McLane acude en ayuda de su primogénito, con quien no mantiene una buena relación, y llega justo para la acción; una primera secuencia donde lo inverosímil se une a lo ridículo para satisfacción de los amantes de esta saga. Desafortunadamente el relato es pobre y solo se sostiene en los tramos de acción. El director logra que en escasos minutos sin balaceras de por medio, el tedio asome y domine la escena, pero afortunadamente el filme no se extiende demasiado y no llega a aburrir del todo. Bruce Willis ya no hace el gasto, y sus escenas ya no son lo que eran, por lo que descansa y reparte las acciones con el poco carismático Jai Courtney, quien en el filme no es digno heredero de su padre ni de su leyenda.
Sobreviviendo El avión está a punto de despegar, es un vuelo de apenas cincuenta minutos y obviamente todos desean llegar a destino sanos y salvos. Lo que los pasajeros ignoran es que el piloto de la nave viene de una noche de sexo, alcohol y drogas, pero además es uno de los mejores en lo suyo. "Whip" Whitaker (Denzel Washington), el piloto, debe lidiar con una gran tormenta apenas a minutos de despegar, la que gracias a su pericia y experiencia logra sortear satisfactoriamente y dejar entonces el avión en manos de su copiloto. Pero un desperfecto técnico pone nuevamente en apuros a la tripulación y obliga a Whitaker a tomar el control nuevamente, y sacar lo mejor de sí para salvar a los 102 pasajeros que lleva a bordo. Luego de un inicio que remite a lo mejor del cine catástrofe, el relato deviene en la investigación de los hechos que provocaron la caída del avión y en el drama personal que sufre el protagonista por ser alcohólico. Washington vuelve a lucirse en una actuación estupenda, secundado por un desopilante John Goodman que aporta los momentos más divertidos del filme, y una Kelly Reilly deslumbrante en su rol de adicta en busca de redención. Zemeckis sabe contar historias, suele administrar los relatos con inteligencia, pero en este caso se empantana en la mitad, se vuelve reiterativo y provoca cierto tedio que afortunadamente no tarda en reemplazar con algo de tensión, la que acompaña la resolución del conflicto. De final algo moralizante, pero sin faltar el respeto al espectador, "El Vuelo" ofrece un buen rato de cine industrial, entretenido, y de calidad.
La empleada del mes Un sujeto entra a la sala con el filme ya iniciado. Mientras en la pantalla se ve una escena de tortura; en la platea el tipo intenta ocupar su butaca mientras carga en un brazo las gaseosas, y con el otro dos bolsas de pochoclo. El resto del público, en tanto, ya disfruta del espectáculo que la sobrevalorada Kathryn Bigelow ofrece. Durante más de dos horas la directora banaliza una de las operaciones más siniestras que se hayan perpretado en este nuevo siglo. Bigelow cuenta cómo un agente de la CIA, conocida como Maya, se pasó sus doce años años de carrera en la agencia buscando a Osama Bin Laden. Maya no es lo que parece; es una tipa ruda, fría y testaruda. Al principio se impresiona un poco ante una tortura, pero esa sensación no le dura mucho; a los pocos minutos ya es parte del aparato de hostigamiento. Maya -y todos los que participan del operativo Bin Laden- están convencidos de que el fin justifica los medios, y se lamentan sin tapujos cuando algunos de esos "medios" ya no les son permitidos. Bigelow presenta a su personajes sin grises; no hay duda en ellos, ni alguno que al menos plantee algún dilema moral o sea crítico sobre lo que sucede. La directora cuenta la historia desde una posición muy bien definida: la de quien vacía de contenido aquello que no debería vaciarse. La producción y los rubros técnicos están a la altura de las circunstancias, sin nada que sea realmente destacable, como tampoco lo es la actuación de Jessica Chastain, quien vaya a saber por qué está nominada a un Oscar. Nefasto es una palabra que le sienta bien a este filme. Después de ver "Argo", y algunas otras películas, no es descabellado pensar que detrás de esta producción no esté la misma CIA tratando de lavar sus atrocidades -la mayoría y más deleznables no son mostradas en esta cinta-; al fin y al cabo no sería la primera ni la última vez que Hollywood prestara un servicio a su nación con la ayuda de un director operado desde los medios para dar la imagen necesaria. Finalmente, Bigelow consigue cerrar su cuentito, el de la captura de un Bin Laden de quien nadie vió su cadáver -a diferencia de Hussein y Kadafi- y del que no pocos aseguran que lleva muerto varios años, desde mucho antes del 11-S. También logra que todos los abusos llevados a cabo por los EE.UU. en esa operación parezcan una misión de ficción, para verla comiendo pochoclos, sin que nada importe demasiado.
Ni siquiera en la lona No tuvo suerte Marcos Wainsberg, mejor conocido como "El Inca del Sinaí", en su última pelea. En el último round, luego de ser castigado durante todo el encuentro, Marcos acabó con su rival de un solo puñetazo; lo mató, literalmente. Peruano, peronista y judío, Wainsberg (Juan Palomino) luce orgulloso los perfiles de Perón y Evita tatuados sobre su pecho, sobre el que también impone su gusto por el metal, con remeras de Riff o V8. Una mañana el teléfono lo despierta, del otro lado una voz femenina le propone una cita. A partir de entonces Marcos tiene tres horas para ordenar el caos que es su casa y así recibir a la señorita. Es en plena tarea de fajina cuando el timbre suena. Es Huguito, el primo de Marcos, que llega para desatar otro caos, uno sangriento. Con evidentes influencias de Guy Ritchie y Tarantino, Loreti logra un producto final propio y auténtico. Lo consigue gracias a la labor de actores que definen un registro adecuado para sus personajes, más el toque localista en modismos y puesta en escena. Por momentos desopilante, con buenas escenas de acción y otras de humor negro -bien cargado-, "Diablo" escapa del molde de cine "bizarro" y berreta con el que algunos todavía juegan, para presentarse como un buen producto para el público que gusta de historias marginales, aderezadas con sangre y todo lo demás.
Cualquier parecido con la realidad... Cam Brady creía que su renovación del cargo de congresista era apenas un trámite. Sin contrincante a la vista solo se trataba de una firma, pero fuerzas ocultas se mueven detrás de la política, y cuando menos lo esperaba un opositor apareció. Claro que no se trataba de un político profesional, sino de un títere manejado por la corporación que desea convertir a Carolina del Norte en una sucursal china de trabajo esclavo. El filme inicia con esta sentencia: "La guerra tiene reglas, la lucha libre tiene reglas. La política no tiene reglas", se trata de una frase dicha por el millonario estadounidense Ross Perot, uno de tantos que convencido del poder de su dinero creyó poder llegar a la presidencia de los EE.UU., pero quedó en el camino durante las presidenciales de 1992. Lo que deja claro el filme es que sin dinero ni influencias mejor olvidarse de hacer campaña. La dupla formada por Ferrell y Galifianakis consigue buenos momentos en pantalla, se complementan bien y dejan varias escenas para la antología de la comedia estadounidense. En roles secundarios aportan lo suyo al filme nada menos que Dan Aykroyd y John Lithgow, además de contar con un cameo de John Goodman. Forzada en el inicio, la película logra acomodarse tras la presentación de los personajes principales, y es pasada la primera media hora cuando comienza a tomar el ritmo, se define más por la sátira de trazo grueso, sin sutileza alguna, antes que querer ser graciosa a fuerza de frases pretendidamente ingeniosas. Los políticos en campaña siempre son un festival para el ojo atento, para la mirada crítica que escudriña a los que se exponen. En esa circunstancia los candidatos son capaces de cualquier cosa por ganar el voto; así se expone en el filme, donde sus protagonistas llevan adelante acciones de las más bajas y degradantes. Finalmente, la historia acaba siendo entretenida, algo moralizante y cumple con la propuesta de pasar un rato divertido. Aunque no pase mucho tiempo hasta caer en la cuenta que, por exagerada que sea esta farsa, de ninguna manera puede competir con la realidad, donde la política es mucho más sucia, impiadosa, corrupta y nada divertida.
Dura lex sed Dredd Más de ochocientos millones de personas viven en las ruinas del viejo mundo y en las mega estructuras del nuevo, enormes bloques de hormigón que contienen cientos de miles de personas en propiedad horizontal, con sus propios líderes criminales. Para dominar a semejante población existen los jueces como Dredd, policías, jueces y verdugos constituidos en una única persona. Dredd es implacable, y en esta versión -que no le debe poco a "Robocop"- debe instruir a una nueva juez, una novata con pocas aptitudes pero poseedora de un extraño poder psíquico que puede ser de ayuda en algunos casos. Es durante un operativo de rutina que Dredd y su compañera son víctimas de una trampa de Ma-Ma, impiadosa y cruel líder de una pandilla de asesinos y narcotraficantes que desea dominar Mega City. Desde el inicio, el filme no da respiro. La atmósfera es asfixiante, sórdida y como mandan los cánones del género, los conflictos se suceden para mantener la tensión y subir el ritmo hasta llegar al clímax del relato. El director Pete Travis consigue algunas secuencias memorables al representar los efectos del Slo-Mo -droga creada por Ma-Ma- con la acción más violenta. Notable es el trabajo de arte para representar la mega estructura donde transcurre la acción, y para adaptar al cine a este personaje de cómic que con menos acierto representó Sylvester Stallone hace casi veinte años.
El huésped que no se va Esta quinta entrega de la saga basada en el videojuego de Capcom se presenta como una bisagra; algo que queda claro desde el inicio, cuando Alice (Milla Jovovich) hace un resumen de todo lo sucedido hasta ahora, como para que cualquiera pueda ver esta película sin temor a quedarse afuera sin entender de qué va la cosa. Puesto al día, el espectador está listo para ver a la protagonista enfrentar a infinidad de zombies y monstruosos mutantes, al tiempo que se entera de cómo funciona buena parte de la manipulación a la que es sometida por la omnipresente y poderosa corporación Umbrella. A esta altura poco queda de la historia original, apenas los personajes y la estructura tan característica del videojuego. Jill Vantine (Sienna Guillory) y los mercenarios vuelven a estar presentes como apoyo de Alice, quien esta vez enfrenta directamente al poder de la "Reina Roja". El director Paul Anderson -también guionista y productor- vuelve a imprimir su sello a este filme plagado de efectos especiales al servicio del 3D y una trama que requiere de acrobacias varias en sus escenas de acción. El problema es que no hay un guión lo suficientemente fuerte que sustente la propuesta, y el metraje acaba estirándose con peleas interminables que solo funcionan visualmente, sin aportar demasiado a la trama. Quienes sigan la historia desde su primer filme, no estrenado comercialmente en el país, se encontrarán con lo que ya les es familiar; los recién llegados, en cambio, hallarán la introducción de una nueva aventura. Sí, porque Anderson deja bien claro que esto no termina acá.
La heroína de los rulos al viento Tradicionalmente, todas las princesas de cuentos clásicos necesitaban a alguien externo, príncipe o hada, que la rescatara de su frágil situación. Ya fuera dormida, esclavizada, o torturada por un garbanzo, lo claro era que no se podía valer por sí misma, y sólo con ayuda podía seguir adelante. La primera princesa de la factoría Pixar llega en 2012, y es digno reflejo de su tiempo. Las niñas ya no quieren esperar, sino que toman las riendas de sus propios caminos. O al menos el cine parece querer guiarlas en ese sentido. En "Valiente", particularmente, no hay príncipe. No uno que valga la pena. Sí hay una disputa, que en realidad es política, como siempre se definió la política en el medioevo. Un matrimonio era la garantía de la continuidad de un reinado, y por lo tanto, de la paz, y esa es la gran resistencia de la joven: no se quiere casar, y menos con alguno de los candidatos que le presentan. Tratando de huir de ese destino, llegará a la magia a través de una simpática bruja (tan lejos del cuento de princesas clásico no está), y pedirá un deseo que, ya deberían saberlo estas muchachas, no sale exactamente como ella lo imaginaba. A partir de ahí, el camino es la resolución del problema, un camino que implica, si se quiere, la madurez de Mérida, nuestra protagonista. Sin embargo, el foco de la película es el desarrollo del vínculo madre–hija, algo que se podría considerar como revolucionario, aunque lo cierto es que la posibilidad está brindada por el detalle de que es la primera princesa que de hecho tiene madre. A diferencia de sus colegas huérfanas, o criadas por hadas o raptoras, Mérida tiene una familia normal, así que casi es lógico que tenga encontronazos con su mamá. Sobre todo porque son tan distintas. Mientras que ella es una adolescente que ama la libertad, irreverente como su cabellera, y terca, su mamá es severa en el cuidado de las formas que hacen a una dama (algo que resulta muy divertido cuando debe sostenerlo a pesar del hechizo), en especial a una con destino de princesa. La evolución de Pixar a nivel técnico es notable. Mientras que en "Los Increíbles" los creadores se quejaban de lo difícil que había sido animar el cabello humano, en este filme cada rulo de Mérida parece tener vida propia. Los paisajes escoceses son tan realistas como hermosos, y la animación del agua, y las texturas de las telas, también resultan maravillosas. Es destacable la banda de sonido, a cargo de Patrick Doyle, esta vez sin canciones de famosos para editar en un CD, pero muy respetuosa de la ambientación celta que tiene el film. Colabora con el espíritu de la película, y refuerza esa indudable marca étnica ya planteada en las faldas de los varones, los menhires, y en lo rojo del cabello de Mérida. Aún a pesar de sus logros y aciertos, "Valiente" no está cerca de lo que se espera de Pixar, ese estilo tan particular que supo tener el estudio, sino que se la ve más cerca de "Enredados" (el cerebro de Lasseter ya aparecía ahí, y parece continuar en ese sentido). Incluso el amigo caballo es parecido. Cabe destacar en un aparte el corto que precede la película, "La Luna", siete minutos de belleza pura, sin diálogos comprensibles, donde sólo hablan las imágenes, como en "Wall-E", como para demostrar que Pixar aún es capaz de lograr magia y poesía en animación.