Con las mejores intenciones
Cómplices del silencio es una película a favor de los derechos humanos, a favor de la memoria, a favor de que los represores de la etapa más oscura de nuestra historia sean juzgados, y además, apuesta al futuro. Estos conceptos los dijo uno de los responsables de la producción de esta película de origen ítalo- Argentino. Pero tener buenas intenciones no es suficiente para hacer una película y Cómplices del silencio es un buen ejemplo de esto.
Un periodista italiano viaja a la Argentina para cubrir el Mundial de fútbol de 1978, visitar a un tío que pertenece a la masa de italianos que llegó a estas tierras a mediados del siglo XX y además trae un encargo, que es entregar una suma de dinero de parte de un su ex a una mujer llamada Ana (Florencia Raggi).
Ana es militante política en un grupo armado y la entrega del paquete mete al periodista en un problema importante, a partir de que el periodista se va introduciendo más y más en los problemas internos del país, además de involucrarse sentimentalmente con la militante revolucionaria.
No vamos a contar mucho más porque la verdad es que la trama empieza a girar sobre si misma, por un lado, y por otro apela a una serie de lugares comunes más o menos reconocibles. En sus mejores momentos, Cómplices... recuerda a La noche de los lápices, y en los peores, es una película irresponsable en el manejo de esas historias que nos pertenecen a todos.
Las actuaciones son correctas y Florencia Raggi se maneja bien en el registro que la película le pide. De buenas intenciones está asfaltado el camino del infierno y Cómplices del silencio es un adoquín más.