¿Para qué la autoconciencia?
Películas que hablan sobre cine hay a montones, lo que suele variar es la distancia y la capacidad para la reflexión, esa diferencia que hay entre Scorsese y Kubrick. La comedia romántica, la comedia en general, y la comedia norteamericana sobre todo, suele reflexionar sobre sí ante nuestros ojos, acumulando film tras film que involucra entre sus temas al cine, es decir, cómo se hace, o cómo se actúa o cómo se costea. Pongamos como ejemplo una comedia romántica perfecta que se estrenó este año, Escribiendo de amor, de Mark Lawrence, y digamos que Con derecho a roce intenta a los tumbos y mal algo parecido.
Chris Evans interpreta a un escritor de guiones cinematográficos con algunos problemas para relacionarse con las mujeres, y que tiene el encargo de escribir una comedia romántica. Conoce al personaje de Michelle Monaghan que, por supuesto, es perfecta para él pero está en una relación estable. Desde el comienzo y rápidamente se nos presenta con buena dinámica el universo que compone la vida del personaje de Evans (cuyo nombre desconocemos), con unas cuantas referencias y chistes logrados.
Los conflictos son evidentes y gruesos, aunque eso no es a priori un problema. Sin embargo, lamentablemente Con derecho a roce es previsible y encima consciente de su previsibilidad por lo que cierto tedio es inevitable a pesar de su corta duración. El director Justin Reardon no termina nunca de encontrar una base sólida para su película, contada siempre desde el punto de vista del personaje de Evans, presentando una serie de situaciones que de alguna manera se repiten y van componiendo una historia a retazos. Es decir, veremos a Evans con su mejor amigo, con su grupo de amigos, con la chica que le gusta, con la chica con la que se acuesta, con su abuelo. Reardon también utiliza animación y hasta stop-motion para ficcionalizar las historias que refieren los amigos del protagonista que, por otro lado, siempre se imagina siendo parte de esas narraciones. El resultado es un pastiche no del todo claro y un tanto superficial, que además se apoya demasiado en el carisma de Evans y en la química que este tiene con Monaghan.
Entonces para ser una película que trata sobre la vida amorosa de un escritor de películas, Con derecho a roce se queda corta en cuanto a lo que tiene para decir sobre esos temas. Básicamente se habla del clisé del romance como algo inevitable, y acumula algunas sabidurías sobre el amor monógamo occidental: hay que pelear por el amor verdadero, no hay que tener miedo a las relaciones serias, casarse implica una decisión de trascendencia cósmica, todos tenemos nuestra media naranja. Es decir, es extraño que se nos muestre cierta autoconciencia cínica al principio, en contraste con una visión más naif pero también más conservadora, y que el movimiento final de la película no sea exponer, al menos superficialmente, los grises entre estas dos posiciones, sino más bien tomar partido por la segunda opción. Esto termina convirtiendo una película de arranque interesante y con algunos momentos buenos, en una peliculita babosa parecida a esas que interpreta Katherine Heigl.