El exorcismo es un tema que, dentro de la cinematografía norteamericana, transitó por diversos puntos de vista con mayor o menor fortuna. Ahora, el director William Brent Bell retomó esa serie de alucinantes situaciones y, como un falso documental, relata el asesinato, en 1989, de tres personas cometido por una mujer que confesó su triple crimen a poco de haber descuartizado a sus víctimas. Veinte años después la hija de ésta, que reside en los Estados Unidos, decide viajar a Italia, donde su madre se halla internada en un hospital para criminales insanos, para averiguar si ella está mentalmente loca o está poseída por un demonio, y para ello toma contacto con dos jóvenes exorcistas que intentarán curar a la mujer con métodos no convencionales, que mezclan la ciencia con la religión.
Con una cámara inquieta el realizador intentó narrar esta historia a través de un guión que pretende convertirse en el ojo del espectador, pero poco a poco el relato se va transformando en una serie de alucinantes situaciones en las que no faltan la sangre, el terror y los permanentes suplicios por los que deben transitar la hija y los dos exorcistas.
Así el relato se convierte en un falso documental que, por momentos, cae en una serie de situaciones demasiado aterradoras que poco o nada agregan a esa constante búsqueda de la hija de quien se halla internada y de ese par de exorcistas. Un elenco encabezado por Fernanda Andrade procura poner cierta veracidad a tantas escenas de fuerte contenido emocional, mientras que la fotografía está atenta para convertirse en un personaje más, ya que a través de ella va pautando esta historia que, cercana a la reciente Actividad paranormal , procura mostrar desde lo más íntimo de cada una de sus situaciones hasta el dramatismo que deberán vivir sus personajes centrales. Por momentos reiterativo y a veces algo confuso, el film apuesta al terror pero apenas logra interesar en medio de tantos gritos y delirios.