Un “reality-terror” que nunca llega a asustar
El formato de lo que podríamos llamar el «reality-terror» ya se ha aplicado casi virtualmente a cada subgénero del cine fantástico, no una sino varias veces. Esta es una especie de «El exorcista de la bruja de Blair», es decir una película de posesión diabólica grabada en video como si se tratara de un auténtico documental, cosa que en este caso nadie podría creer bajo ningún punto de vista.
La película empieza con un cartel admonitorio acerca de que el Vaticano no permite grabar exorcismos en video, y que por lo tanto no ha apoyado este film. Eso más o menos sirve para explicar el tono general de un producto que, si bien no deja de tener algunas partes interesantes por sus discusiones entre ciencia y religión, jamás provoca miedo ni nada por el estilo, lo que en este tipo de asunto es algo bastante malo.
La trama presenta a la hija de una mujer que mató a tres curas que le practicaban un exorcismo en 1989, y sus intentos de saber, ya adulta, qué le pasó verdaderamente a su madre, ahora internada en un psiquiátrico del Vaticano, cerca de Roma. La protagonista acude a una escuela para exorcistas de la Iglesia
-donde el espectador puede interiorizarse de discusiones muy interesantes- y también va a ver a su madre al manicomio, todo esto acompañada por un equipo de documentalistas que no ayudan a generar climas terroríficos. En la escuela vaticana tambien conoce a una especie de paraexorcistas decididos a tratar posesiones no calificadas como tales por la Iglesia, lo que naturalmente lleva a probar un nuevo exorcismo en la madre internada, y a toda la conocida gama de imágenes borrosas y con poca luz de este tipo de películas.
Los que no vieron el clásico de William Friedkin sobre el tema quizá puedan sacarle algún provecho a este mediano film, el resto, mejor abstenerse.