Con casi nada adentro
Así como sucedió con El juego del miedo y sus copias, el cine de terror de los últimos años viene aprovechando el éxito de la saga de Actividad paranormal, produciendo cantidades industriales de falsos documentales. Si hasta el bueno de George Romero filmó su propio ejemplar de este subgénero, la simpática El diario de los muertos (2007). Con el Diablo adentro es uno de tantos intentos fallidos de resultado de irregular a malo que pretenden seguir explotando el filo que dejó el film de Oren Peli.
Este tipo de películas tiene algunas ventajas que impulsan a los realizadores a seguir produciéndolas hasta el hartazgo. En principio son muy baratas y efectivas. Además, aún son propuestas atractivas para el público que llena la sala y termina aburriéndose de lo lindo o indignándose como si hubieran sido engañados (y un poco de razón tienen). Por otro lado, la estética de película casera da una sensación de realidad que, si es utilizada con una pizca de talento, es capaz de ser muy impactante y conmovedora.
Por supuesto, hacer films de este subgénero tiene algunos obstáculos que no muchos logran sortear. Por ejemplo, casi nunca se puede conseguir que sea verosímil que alguien siga filmando hasta las últimas consecuencias cuando está en peligro de muerte, con ataque de pánico o muerto de miedo. También las situaciones o las posibilidades están muy limitadas, por lo que los guiones terminan siendo tan irregulares que el film se va perdiendo entre arbitrariedades y tedio.
Muchas de estas cosas suceden en el film de William Brent Bell. Con el Diablo adentro nos muestra cómo Isabella Rossi (Fernanda Andrade) se propone hacer un documental para indagar en el caso de su madre, quien a fines de los años ochenta asesinó a tres personas (curas y monjas) que le practicaban un exorcismo. Veremos a Isabella recorriendo Roma, conociendo a exorcistas y viendo exorcismos. También yendo a ver a su madre, que ha estado internada durante años en su psiquiátrico.
El film comienza bastante bien, construido con ritmo, verosimilitud y hasta bastante bien actuado, hasta que llega una escena clave: el primer encuentro entre Isabella y su madre luego de 20 años. Esta escena espeluznante está bien resuelta e inquieta bastante. Sin embargo, significa el fin de la película como la conocimos en los primeros minutos. Es como si Bell hubiera empezado a dudar, y el relato se convierte en un divague, un salpicado de escenas de exorcismos, conversaciones repetitivas con curas saca-demonios y el susto inconfesable del camarógrafo. A pesar de todo esto, cierto hilo argumental continúa con algo de interés hasta un final inconcebible que destruye todo lo que quedaba en pie en el castillo de naipes que es la trama.
Es que la peor falla de la película de Bell es ir de mayor a menor, no logrando intensificarse hacia el final como, por ejemplo, sí consiguen las tres partes de Actividad paranormal, cuyas impresionantes conclusiones hasta hacen olvidar las arbitrariedades e inverosimilitudes anteriormente vistas.
Definitivamente no conviene develar cómo termina Con el Diablo adentro, para que el espectador se indigne por sí mismo. Estamos ante una película que se autodestruye, convirtiéndose en mucho menos de lo que aparentaba, por propia ineptitud.