Con pecados concebidos

Crítica de Brenda Caletti - CineramaPlus+

EL SECRETO QUE SE VUELVE PECADO

“Debo confesarme”. Luego una pausa, como si de esa forma se enfatizara el peso de la frase anterior. Porque, aunque esas palabras suenen inofensivas, esconden tras de sí una paradoja: la expiación de los pecados y, al mismo tiempo, el secreto de la confesión. El sacramento se torna una especie de salvación y martirio, pues violarlo implicaría la excomunión. Entonces, el verdadero dilema es qué hacer si una confesión es turbia o cómo resistir la tentación de no hablar.

Fabián lo sabe bien y por ese motivo previene al capellán Simón cuando acude a confesarse. Sin embargo, Simón acepta el reto; su deber para con Dios y con los hombres está por sobre cualquier contrariedad. El capellán pronto quedará olvidado y la atención se centrará en la curiosa y, en ciertos momentos, absurda historia del sacerdote.

El director croata Vinko Bresan se vale de este artilugio (el secreto de confesión) para enmarcar Con pecados concebidos, y de su doble emplazamiento para subrayar ciertos aspectos cuestionados de la iglesia.

Fabián llega a una isla del Adriático tras finalizar su seminario, es enviado para reemplazar al sacerdote Jacobo. Sin embargo, no es tarea sencilla conseguir la confianza de un pueblo y reemplazar a un sacerdote carismático ya instaurado en la comunidad. Un tanto resignado, Fabián espera un milagro y éste llega en la confesión de Pedro. Obligado por su esposa, Pedro le cuenta a Fabián que “mata” a gente con goma. ¿Cómo? A través de la venta de preservativos evita los nacimientos. Para absolver los “pecados” del confesante y, al mismo tiempo, aumentar la tasa de natalidad, a ambos se les ocurre pinchar el centro de los condones para que el semen fluya libremente y, si Dios quiere, se conciban niños.

En pocos meses, se suma a su descabellado plan Marin, el médico de la isla, que complementa el trabajo intercambiando las pastillas anticonceptivas por vitaminas. De esa manera, en poco tiempo, se produce un boom de natalidad que, incluso, atrae al turismo.

Pero llegará un momento en el que las decisiones tomadas por los tres hombres repercutirán de forma más tajante en varios habitantes del lugar.

A partir del desarrollo de los acontecimientos y del tono, se puede separar a la película en dos partes: por un lado, la historia previa al boom turístico y al abandono de un bebé, por otro lo que sucederá luego. Dentro de esta primera parte, Bresan recurre a la sátira, al humor absurdo para poner en circulación una serie de acontecimientos que llevarán, incluso, al cambio en las costumbres de la isla.

El niño abandonado en la puerta de la casa de Fabián será un motivo bisagra que luego se pondrá en conjunto con una serie de preguntas abiertas y temas propuestos en el otro segmento del filme.

La segunda parte se aleja del registro irónico y plantea cuestionamientos latentes dentro del ámbito religioso como el aborto y el abuso infantil. Por ejemplo, la llegada del Obispo debido a una carta enviada por Marta tras hallar un preservativo en los pantalones de Fabián. A pesar de los intentos de explicación del sacerdote, el Obispo argumenta que es mejor que use los condones para evitar embarazos no buscados. Pero el punto más fuerte es la última parte del diálogo entre ambos:
_ Entonces, ¿no se trata de menores?
_ ¡No!
_ Entonces está bien- y el Obispo se levanta para irse.

El director también utiliza la música como motivo. Una misma pieza se repite de forma aleatoria; con la excepción de dos momentos: una breve aria cuando se descubre la verdadera identidad de la madre del niño abandonado y la música del final.

Con pecados concebidos no sólo resalta la paradoja del secreto de confesión, sino que también alude a ello a partir del juego con los elementos propios del lenguaje fílmica. Ya no se trata solo de la historia narrada, sino también de la propia “confesión” cinematográfica de Bresan.

Por Brenda Caletti
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