A Dios rogando y el alfiler usando
Comedia sobre un cura que decide pinchar los preservativos para que en su pueblo haya más natalidad...
Poco después del estreno de Calvario, llega a los cines argentinos otra película que trata con acidez a la Iglesia católica. Con pecado concebidos está basada en una obra de teatro del escritor y compositor Mate Matisic -curiosamente, tanto guionista como responsable de la música del filme- y resultó un éxito de taquilla en su país de origen, Croacia, al punto de convertirse en una de las tres producciones croatas más vistas desde la independencia del país, en 1991.
El director Vinko Bresan declaró que quería hacer una película que mostrara lo que sucede cuando los hombres juegan a ser Dios. Y para eso eligió esta historia: un cura joven llega a un pueblito de una isla del mar Adriático y, luego de comprobar que la tasa de mortalidad es varias veces superior a la de natalidad, decide pinchar los preservativos que consumirán los aldeanos. Para esto cuenta con la complicidad de un kiosquero y un farmacéutico que trabajan en los dos únicos locales que venden condones en la isla. La campaña funcionará, pero también tendrá efectos colaterales inesperados.
La decisión del cura llega por la reducción al absurdo de la postura de la Iglesia católica frente al uso del preservativo. En el confesionario, el kiosquero le plantea que siente que vive en pecado por vender esos adminículos: de esa manera, está matando a miles de posibles bebés. Con procedimientos parecidos en su forma y efectividad, Bresan lleva al extremo y deja en ridículo las diferentes ideas de la Iglesia sobre el aborto y el embarazo extramatrimonial. De paso, también muestra la hipocresía de la jerarquía eclesiástica frente a la pedofilia y la ruptura del celibato.
El tono de la historia varía a medida que se desarrolla la película. Empieza al estilo de esas comedias pretendidamente encantadoras, en la onda de Amélie (y tantas otras): voz en off en primera persona y descripción de los pintorescos personajes del pueblo, en un género que bien podría llamarse “costumbrismo adorable”. Pero el panorama va ensombreciéndose hasta tornarse dramático: cuando los hombres se creen dioses, son más dañinos que de costumbre.