Un final difícil
No he tenido la posibilidad de profundizar en la obra de Vinko Bresan, pero con una ojeada rápida en la información que de él circula en Internet y un análisis innecesariamente superficial de Con pecado concebidos (la traducción literal del título croata es Los niños del sacerdote) podemos extraer algunas conclusiones rápidas que pueden dar una idea de lo que aparecerá en pantalla cuando decidimos ver su última película. A Bresan le interesa: Croacia como concepto, es decir, contar su país a través de las acciones de una galería de personajes paródicos más o menos paradigmáticos, y también al menos rozar los temas nacionales como la guerra de Bosnia y el claro odio entre etnias que ha sido la marca registrada de la región; el encuadre y la fotografía al estilo Wes Anderson; y el tono y el estilo de diálogos de Nanni Moretti en al menos Habemus Papa.
En fin, hablar de los rasgos del cine de Bresan en comparación con los rasgos de otros sólo sirve como ejemplo. La verdad es que en Con pecados concebidos consigue la puesta en escena y el tono perfectos para su historia, cuya misión principal es la burla corrosiva a la religión y a cierto pensamiento reaccionario extremo de ese que se aloja en las personas que uno menos se imagina. El film parece decirnos que el germen de los peores males descansa hasta en la viejita entrañable que atiende ese kiosco desabastecido en una esquina olvidada desde hace 30 años.
La historia gira alrededor de la idea del candoroso padre Fabián de pinchar preservativos con una aguja para que las parejas de la pequeña comunidad donde ejerce su sacerdocio empiecen a tener hijos y, así, suba la cantidad de nacimientos cuyo número es desesperadamente bajo. Por supuesto, la idea es ridícula y exagerada pero a la vez verosímil, hay en el discurso religioso la ideología necesaria para guiar a algunas mentes a cometer algunas estupideces como esa. Con pecado concebidos va pasando de ser una entretenida comedia ligera a una comedia dramática cuando vemos las primeras consecuencias de las ideas del padre Fabián, y luego de que nos cae encima el amargo final deberíamos catalogarla de comedia negra, negrísima, porque finalmente la risa termina siendo nerviosa y da para preguntarse con todo el cinismo del mundo ¿de esto se ríen los croatas y nosotros? Y sí, aquella también es una tierra herida que debe reírse de las barbaridades.
El final de Con pecado concebidos es lo que más molesta a la hora de juzgarla. Es muy interesante ver el proceso de deterioro moral de los personajes, y ver que esas cosas terribles que les suceden nos hace reír. Sin embargo, Bresan nos arroja hacia el final una subtrama terrible, difícil de digerir y demasiado forzada. El problema no es la incomodidad que nos genera sino que está metida a presión en el guión, lo que termina descalabrando una película cuya primera hora roza por momentos lo brillante.