Acartonada y sesgada
Esta ficción está basada en hechos reales, sobre presos en la Unidad 9 de La Plata en los setenta (el propio director fue detenido allí en 1974) y tiene fusilamientos, secuestros y asesinatos incluso de familiares de los presos. El eje es la vida en el penal de los reclusos y sus intentos de hacer conocer su situación hacia afuera, del penal y de la Argentina. También vemos diálogos entre mandos militares y algunas conversaciones en las casas de las familiares y detenciones en diversos lugares. Una película de esas que se denominan "testimoniales".
Condenados empieza mal o, mejor dicho, de forma imprecisa y redundante. Se lee en una placa: "El 24 de marzo de 1976, los militares tomaron el gobierno argentino por la fuerza. Antes del golpe se impuso el estado de sitio y miles de personas fueron encarceladas". Esa misma oración que leemos es dicha por una voz en off. El sujeto de la primera oración está claro: "Los militares". En la segunda se nos dice que "se impuso el estado de sitio". ¿Solo? ¿O fue el gobierno que estaba antes del golpe? La siguiente oración, también leída y escuchada, dice: "Durante 1976, presos políticos de todo el país fueron trasladados a la Unidad 9, la enorme cárcel de La Plata, especialmente militantes de las organizaciones ERP y Montoneros". La película decide poner "las organizaciones", pero no "las organizaciones armadas" ni "las organizaciones revolucionarias". Decisiones de cómo contar la historia desde un punto de vista, como todas las películas. Aquí los presos son buenos, amables, solidarios, hacen chistes, dicen "compañero" muy seguido, etc. Los militares y guardiacárceles son malos (menos uno, que es sólo simplón), torvos, groseros, gritones y feos. La caída del Halcón Negro, de Ridley Scott, también relataba de forma muy sesgada, pero lo hacía de manera trepidante, veloz, efectiva. Por otro lado, y para comparar con cine argentino acerca de la represión militar, aquí no estamos ni ante la complejidad y los grises incómodos de la enorme Garage Olimpo, de Marco Bechis, ni ante la tensión narrativa de Crónica de una fuga, de Adrián Caetano.
Este testimonio ficcionalizado tiene algunos de los defectos habituales que acechan a este tipo de películas: demasiadas actuaciones acartonadas, como de acto escolar; diálogos planteados desde la actualidad (el de Horacio Peña sobre política económica es una risible propaganda de la dirección económica del gobierno actual en 20 segundos), música que busca emocionar de forma insistente. Las placas con los nombres de personas y fechas reales en las que sucedieron los hechos no bastan si la puesta en escena peca de artificial y torpe (el montaje parece cortar en aras de que "hay que decir lo que viene a continuación" antes que en función de cualquier idea de fluidez). De hecho, la propia película pone en evidencia lo tanto mejor y más emotiva que podría haber sido como documental en los minutos finales, cuando vemos breves declaraciones judiciales de esas personas reales a quienes conocimos como endebles personajes de ficción.