Vuelo alto
Tras varios intentos sin éxito, Condorito (2017) finalmente llega a la pantalla grande con un equipo de animación multinacional. Dirigida por Alex Orrelle y Eduardo Schuldt y con guion de Martín Piroyansky, Rodrigo Moraes e Ishai Ravid, el film supera las expectativas en cuanto a realización y calidad.
La historia se centra en cómo el pajarraco intenta a toda costa recuperar el amor de su adorada Yayita, tras haber enviado a su suegra Tremebunda al espacio exterior. Después de una mala jugada, el cóndor sin saberlo determina que la mujer fue abducida por una nave espacial y capturada por el malvado Molusco, un extraterrestre que se enamora a primera vista de ella.
La película dispara su conflicto y Condorito se compromete con el alienígena a recuperar una misteriosa piedra que le daría el absoluto control sobre los terrícolas, algo que intenta hace años pero también desea para controlar a sus pares. Porque Molusco, un alien símil pulpo, es víctima de bullying, constantemente, y eso más allá de su investidura de rey, no es respetado en el espacio.
Condorito es el triunfal ingreso del entrañable personaje a la pantalla grande, en una película que además bucea en problemáticas actuales que no estaban presentes en las tiras de Pepo (el creador), como el bullying, el uso de la tecnología como parte de la vida cotidiana y otros.
Tal vez en la ambición de lograr el mejor producto, esta adaptación sólo se queda con los personajes por encima del humor absurdo y picaresco tan característico de la historieta, presente sólo en algunas secuencias en el bar o tras los partidos de fútbol que se muestran.
Condorito siempre fue famoso por sus viñetas plagadas de misoginia, sexo insinuado, y voluptuosas mujeres, escondiendo por detrás algunos tópicos que se aggiornaban con temas de actualidad en la reiteración en las mismas.
Acá el producto es mucho más solemne, y pierde esa frescura y espontaneidad del gag, del sincopado mecanismo de risa que tras años el comic chileno impulso a niños y fanáticos. Así y todo, aun conteniendo un humor controlado y políticamente correcto, alejado del absurdo, el film desanda su propuesta llevando a la pantalla grande a Pelotillehue y todos sus vecinos.
La apuesta apunta a un público familiar, dejando tal vez de lado de lado a los fanáticos, en una buena transposición, luminosa, divertida, amena, que la convierte en un espectáculo destacado dentro del panorama de animación regional, reposicionando al cóndor como franquicia para nuevas entregas y aventuras.