De paseo con la muerte
Tomando como punto de partida y referencia obligada, ésta película se basa en los mismos hechos reales que dieron lugar a la obra maestra del policial americano dirigido por William friedkin “Contacto en Francia” (1971).
En este caso estamos frente a otro estilo narrativo, otro pulso nervioso, con mayor intensión sobre los personajes que sobre la tensión de la propia acción. Un típico producto del cine negro francés. Policial puro si se quiere.
Transcurre la mitad de la década de 1970. Pierre Michel es un joven magistrado que se dedica de lleno al trabajo con jóvenes delincuentes, adictos en su gran mayoría.
Sus formas no son parafraseando el texto de Michel Foucault “Vigilar y Castigar”, su método es la persuasión sobre los jóvenes. La justicia francesa está empecinada en acabar con el flagelo de la droga, por lo que asignan al joven funcionario como director de un departamento especifico de lucha contra el crimen organizado.
Los poderes otorgados al funcionario son plenos, libres de toda injerencia, pero la sociedad está conformada por hombres, y en su recorrido por eliminar el dará cuenta que lo imposible es tener el control sobre las personas.
Se trata de desactivar la French connection, una operación de la mafia que exporta heroína a todo el mundo. Sin escuchar las advertencias Pierre lidera una cruzada contra Gaëtan Zampa, el padrino intocable con conexiones reales con el poder.
El dinero mueve montañas. Pronto va a entender que para obtener resultados deberá cambiar sus métodos.
Trabajada desde la inteligencia del guión, con altibajos en cuanto al ritmo de la demanda del policial pero profundizando en las cuestiones políticas inherentes a toda acción de un cruzado en pos de un objetivo loable.
Jean Dujardin, a quien conocimos en el filme “El artista” (2011), toma el personaje del juez Michel y lo apropia con todas las herramientas histriónicas posibles. Su antagonista queda en manos de Gilles Lellouche, en el rol del capo mafia Gaetan Zampa. Si bien el cruzamiento en escena entre ambos es mínimo, la tensión que generan sus acciones contrapuestas se hacen sin tener que recurrir al engaño de un montaje, sino a las acciones en paralelo fundadas, fundidas y sostenidas en la interpretación de ambos que marca el ritmo narrativo.
Con un muy buen trabajo de producción, recreación de época impecable, estética cinematográfica que apunta todo el tiempo a recordarnos los años en que transcurren las acciones, sustentados por el diseño de sonido, de manera sobresaliente la banda sonora con temas musicales de muy buena selección no sólo por su iconografía, se constituye en una realización de indudable calidad.
(*) Obra de los hermanos Ethan y Joel Cohen, de 1990.