Fresca comedia generacional
Tres veinteañeros que viven juntos organizan con tres invitadas una reunión que dará lugar a diálogos íntimos y algún contacto físico. El guión le escapa a la comedia romántica y construye climas con leves crescendos, rematados por gags de mayor o menor intensidad.
El plano secuencia que levanta el telón de Congreso, ópera prima de Luis Fontal, estrenada en el Festival de Mar del Plata hace casi dos años, describe someramente ambientes, habitantes y visitantes ocasionales de un departamento de ese barrio porteño (el piso está ubicado, para ser precisos, enfrente de su edificio más emblemático). La cámara encuadra piernas y glúteos de la última conquista de Nicolás (Ezequiel Tronconi), músico de rock decididamente egocéntrico y uno de los dueños de casa, para acompañar luego por pasillos y cuartos a su primo y conviviente, Gonzalo, un actor de teatro –aunque suene definitivamente a oxímoron– algo introvertido. Un amigo trajina en otra de las habitaciones terminando un mural y, más importante aún, otro joven comparte los detalles de una separación amorosa, de esas que duelen y no se olvidan fácilmente. Pero esa noche hay fiesta y los tres amigotes (todos ellos menos el muralista) no tardan en dejar de lado sus quehaceres personales para preparar el ambiente, y comprar bebida y comida antes de la caída del sol. Y de la llegada de tres invitadas: otra “novia” de Nicolás y dos amigas –la cantante, la estudiante de cine, la kinesióloga– interpretadas por Agustina Quinci, Sabrina Macchi y Florencia Benítez.Con guión del propio Fontal y de Tronconi, Congreso es, en el fondo, una comedia generacional que permite cierta identificación en aquellos que andan terminando su veintena o comenzando la tercera década de existencia, y sus pilares descansan, en mayor o menor medida, en la explotación de estereotipos más o menos reconocibles. Que no es lo mismo que afirmar que se trata de una comedia estereotipada, al menos en los momentos de mayor puntería en la observación de caracteres, el roce y choque entre ellos, y el consiguiente nacimiento de situaciones dramáticas. Que, en muchos casos, es casi equivalente a decir humorísticas. Si la reunión comienza con una cena “mexicana” alrededor de la mesa del living y continúa con algún baile improvisado, la no tan previsible división en dúos llegará avanzada la madrugada, situación que dará lugar (ahora sí, previsiblemente) al diálogo íntimo, alguna confesión de parte y la posibilidad de un contacto físico, efímero o duradero.Fontal y Tronconi le escapan a cualquier arista que los acerque a las peripecias de la comedia romántica refugiándose, en cambio, en la construcción de climas con leves crescendos, rematados por gags de mayor o menor intensidad. La falta de ambiciones y un tono por momentos trivial son elementos que le brindan al film frescura y, paradójicamente, lustre, aunque la energía del relato tienda a extinguirse en más de una ocasión. Película autoconscientemente pequeña y superindependiente, en los últimos minutos Congreso vira hacia una exposición catártica de conflictos hasta ese momento latentes, con un desenlace que acerca al film a una suerte de versión aporteñada del bromance. Termina la noche y los chicos están bien.