Conjuros del más allá: El Vacío es lo que espera…
Una joyita del género que se estrenó el año pasado finalmente llega a nuestras salas, para deleitarnos con el más puro horror visceral.
En un camino apartado, un policía solitario encuentra a un hombre herido y lo lleva al hospital más cercano. Cuando una extraña amenaza le impide salir del hospital, el policía y un grupo de locales se atrincheran dentro, creyendo estar seguros, sin saber que allí se ocultan fuerzas oscuras a punto de desatarse. Si bien este argumento podría encasillarse en cualquier producción del célebre John Carpenter, nos referimos a Conjuros del más allá (The Void, 2016), film que se estrena finalmente en Argentina pero que tuvo un paso gratamente exitoso en festivales de cine de género como el SITGES.
Si bien la traducción del título no es más que para “hacerla más comercial”, The Void no tiene nada de “conjuros”, sino que es un film más experimental y que juega con el homenaje construyendo un relato novedoso en el marco de una atmósfera indie, pero con claras reminiscencias a películas del citado Carpenter (donde las fuerzas del orden tiene poco o nada que hacer frente a amenazas sobrenaturales) como “The Thing (1982)” o “Assault on Precint 13 (1976)”. También hay claros homenajes a Lucio Fulci y su “The Beyond (1981)”, donde el final es casi calcado.
Porque sí, “Conjuros del más allá” es un film que Jeremy Gillespie y Steven Konstanski, sus directores, construyeron a partir del homenaje que tanto está en boga hoy en día (sobre todo con la serie Stranger Things) a filmes de la pasada década del 80, pero con una impronta propia; una película de suspenso que desgrana un drama existencial en sus personajes, llevándolos al extremo de la locura y la desesperación: la búsqueda de un Dios, de una razón para vivir y morir, y en esa búsqueda encontrar algo más, un mal tan antiguo que nos recuerda a esas bestias inimaginables y divinas de H.P. Lovecraft, algo que incluso está explícito en este film, cada vez que escuchamos esas estridentes trompetas en el cielo. O lo intuimos, cada vez que en un plano se nos muestra las nubes moviéndose, escondiendo “algo”. Algo maligno que se intuye dentro y fuera de nuestro ser. Un vacío que acaba siendo el vacío mismo de la existencia humana.