En la línea del cine de John Carpenter, este film de terror canadiense supera con holgura la media del género.
La gacetilla de prensa de Conjuros del más allá asegura que se trata de uno de “los mejores retornos al cine de terror de los ’80”. La afirmación es exagerada: ha habido innumerables películas que revisitaron aquellos años con mejores resultados. Pero entre tanto producto de género plagado de fórmulas que inunda semana tras semana la cartelera comercial, este film canadiense se erige como una propuesta más que digna.
Dirigida por Jeremy Gillespie y Steven Kostanski, ambos veteranos en el terreno del maquillaje y el diseño de arte, The Void –título original que podría traducirse como “El vacío”– comienza cuando un policía encuentra a un joven herido en la ruta y decide llevarlo a un pequeño hospital de la zona, sin saber que será el principio del desastre.
Sucede que a partir de su llegada una extraña amenaza sobrenatural empieza a acecharlos, obligando tanto a la dupla como al resto de los ocasionales pacientes y trabajadores a resguardarse en el edificio. La idea de un grupo encerrado debido a la presencia de una entidad misteriosa remite invariablemente a John Carpenter, cuya filmografía Gillespie y Kostanski parecen haber estudiado en profundidad.
Pero Conjuros del más allá no es tanto un homenaje como una relectura en la que los directores no temen entremezclar la premisa inicial con una lovecraftiana épica fantástica y, claro está, los sustos y golpes de efectos característicos del género. Si el resultado no es del todo redondo se debe a que por momentos el relato pierde el rumbo y se convierte en un cocoliche menos festivo y anárquico que arbitrario y confuso.