Si Lovecraft hubiera escrito un material para que lo dirija Carpenter con la ayuda de Cronenberg, el resultado hubiera sido muy parecido a “The Void”, la película de Jeremy Gillespie y Steven Kostanski.
Nos encontramos ante un relato sobrecargado y confuso pero totalmente impredecible, que más allá de presentar algunas inconsistencias y desaciertos, logra entretener al espectador a lo largo de sus 90 minutos de metraje.
La historia nos trae a Daniel Carter (Aaron Poole), un policía que durante una de sus patrullas se cruza con un hombre herido que viene escapando de alguien o “algo”. El oficial decide trasladar al individuo al hospital más cercano y allí comenzarán una serie de eventos totalmente terroríficos, inesperados y fantásticos. Los pocos médicos y pacientes que hay se ven rodeados por unos encapuchados y amenazados por una extraña criatura que crece dentro del hospital.
El comienzo es tanto íntegramente enigmático como prometedor. Es más, el primer acto entero es maravilloso, ya que el espectador se encuentra en vilo sin saber lo que pasará a continuación. Esta sensación se prolongará hasta el final, pero quizás no en un buen sentido. Y es que la cinta trata de aglutinar un montón de cosas, como por ejemplo: cultos, criaturas, misticismo, etc., que seguramente la hubieran convertido en un gran hit de los años ’80, si tan solo hubiera dejado algunas cosas de lado.
Aun así, “The Void” cumple al otorgar no solo un gran divertimento sino un relato complejo de tintes místicos, con algunas metáforas sobre la vida y la muerte, y lo que nos espera más allá de este mundo.
Para ser un film de bajo presupuesto, todo lo relacionado a los efectos y al diseño de producción se encuentra por encima de la media y los actores sin ser brillantes tampoco desentonan con el género, la atmósfera y el estilo de la película.
“The Void” viene a sumarse a ese grupo de pequeñas películas de terror (como por ejemplo “The Autopsy Of Jane Doe”) que sorprenden por su ingenio y su ejecución más allá de ciertos fallos en la narrativa.