El hype era enorme; una película cuyos principal referente era el cine de John Carpenter (en especial La cosa, príncipe de las tinieblas y En la boca de locura) mezclado con el terror cósmico del escritor H.P Lovecraft y sumado a unos efectos especiales artesanales.
Durante su primera mitad, Conjuros del más allá (cuya traducción tiene es poco un spoiler; The void es mucho más interesante) funciona porque mantiene la intriga por todo lo que ocurre. Hay un grupo de personas encerradas en un hospital y hay una amenaza tanto adentro como afuera. Es en esos primeros momentos en que sus realizadores nos recuerdan por qué los efectos artesanales son mejores que los digitales. Son más creíbles e impactantes y dejan la sensación de que se va a ver algo que está prohibido. Es tal el impacto que logran que terminan superando a los sustos ya vistos en las típicas películas de terror sobre fantasmas/posesiones/demonios que se estrenan semana tras semana.
Pero Carpenter y Lovecraft no son la única influencia de esta obra dirigida a dos manos por Steven Kostanski y Jeremy Gillespi –quienes parecen estar metidos en todos los rubros del cine tras haber dirigido también Father’s day en 2011- pues se notan pedazos de Hellraiser de Clive Barker y El más allá de Lucio Fulci. Es este mundo hecho en base a referencias lo que le termina jugando en contra en su segunda mitad. No se hace nada con estos homenajes, son simplemente eso, no tienen ninguna función salvo la de recordarnos cómo se hacían los efectos en otra época. Y quizás sea ese su propósito, tal vez El vacío, que es la traducción del título más cercana, se refiera a lo que hay en tanto tributo/nostalgia por otra época, una simple cáscara que cuando se saca muestra que no hay nada, que se le quitó todo significado a lo que se homenajea, aunque posiblemente ese sea un signo de nuestros tiempos.
Aun así mostradas las armas, el impacto pierde fuerza, los personajes empiezan a volverse irritantes (sobre todo el de Ellen Wong que no hace nada) y la historia se vuelve confusa y molesta, cuando por ejemplo en el cine de Lucio Fulci todo era más simple.
Pero por sobre todo no se entienden algunos diseños, como si la idea fuera mostrar poco para dejar a la imaginación o no mostrar para que no se vea que se trata de un muy bien hecho muñeco. Justamente una de las cosas que hacía funcionar al cine de los ’80 era ver en su esplendor esos monstruos y aplaudir por lo bien logrado que estaban y por la imaginación que tenían los realizadores, algo que hoy se ha perdido y cuando se hace, como en el caso de esta película, se hace con timidez.
The void, o El vacío o Conjuros del más allá termina decepcionando pero no ofendiendo y ojalá termine siendo referente de un cine que no quiere morir por más que no haya nada más que mostrar.