Una película más de Woody Allen
“Una película más de Woody Allen”, con todo lo que la frase implica. Nada nuevo ofrece este recorrido narrativo del director neoyorquino por delicados ambientes londinenses, (parece que yéndose a Europa, los americanos le prestan más atención, al menos para defenestrarlo) en este caso, para contarnos un relato coral de dos matrimonios en crisis y que da lugar a varias historias entrelazadas. Uno, conformado por el tándem Gemma Jones y Anthony Hopkins, quebrado por la rutina agobiante de ella y la incipiente jovialidad de él; el otro, por Naomi Watts y Josh Brolin cuyas falencias y frustraciones repercutirán en su convivencia.
Sin el peso moral de sus obras mayores ni la irritante liviandad de otras menores, la película se sostiene únicamente desde el punto de vista de lo que cuenta antes que de lo que muestra. En efecto, gran parte de la filmografía de Allen de las últimas dos décadas confirma que las virtudes ya no corresponden a logros cinematográficos o de puesta en escena sino más bien a esporádicos aciertos narrativos. Esto no constituye ningún pecado mortal y, en todo caso, refuerza la idea acerca de que Woody escribe con el cine y estuvo siempre más cerca de la literatura que del séptimo arte, para deleite de filósofos, sociólogos y psiconalistas que se ocuparon de él por varios lustros.
Conocerás al hombre de tus sueños no es la excepción. La película se sostiene y fluye gracias a la organización que posibilita una voz en off, una especie de narrador omnisciente que nos guía pero que, al mismo tiempo, satura con explicaciones, allí donde el terreno de la imagen es invadido por el de la palabra. A esto, hay que sumarle las inevitables referencias literarias a Shakespeare y a los griegos con su concepción del destino (no casualmente, la escena que abre la película nos muestra a la anciana protagonista visitando a una vidente). También el fantasma de Moliere sobrevuela en la concepción de comedia de enredos y en la observación de conductas humanas.
Una cierta dosis de humor liviano se desprende de algunos diálogos y buenos momentos como aquellos donde Hopkins busca pareja, o Brolin le roba una novela a un amigo que cree muerto. Esta solidez narrativa acompañada con elegantes movimientos de cámara, más la característica dirección de actores de Allen superan las pobres incursiones anteriores del director por el turismo español de Vicky Cristina Barcelona y el insoportable alter ego propuesto en Whatever Works. No obstante, nobleza obliga, una mención aparte merecen los secundarios femeninos con la gracia de Lucy Punch como novia por conveniencia y la belleza de Freida Pinto, objeto de deseo del alicaído Brolin, lo que confirma que Woody ha aguzado el ojo para filmar mujeres desde Celebrity en adelante, en lo que a gracia y sensualidad se refiere.
En un tramo de la historia, Naomi Watts (excelente) se prueba unas joyas a pedido de su jefe, Antonio Banderas (muy poco convincente), que regalará a su mujer. Cuando Naomi se las debe sacar, sentencia con resignación: “Ha sido un corto placer”. Creo que la línea de diálogo se ajusta perfectamente a la película de Allen, un director que filma una vez al año y que en cada incursión deja un sabor más agrio o más dulce, pero siempre momentáneo.