De ilusión también se vive
Sin llegar a esa batería de diálogos chispeantes e inteligentes que son su marca de fábrica, el guión entrega algunas frases para el recuerdo y algunos momentos sumamente divertidos.
Conocerás al hombre de tus sueños es un film menor dentro de la extensa filmografía de Woody Allen. Pero es una comedia (bueno, esas comedias a las que el director nos tiene acostumbrados donde uno se ríe de cosas que, más temprano que tarde, también nos dejan pensando si son motivo de risa). Comedia ligera coral que fluye y (de)muestra que es más interesante el tránsito que los puntos de partida o de llegada de los diferentes personajes.
Sally (Watss) es licenciada en arte y está casada con Roy (Brolin), médico que no ejerce y escritor de primera y única novela exitosa. Cuando entre a trabajar en una galería de arte se topará con Greg (Banderas), su empleador, un caballero casado pero en crisis y sumamente seductor. Ella no será la única que necesite de otros aires, su esposo se obnubilará frente a su vecina del edificio de enfrente, Dia (Pinto) una concertista hindú a punto de casarse y a la que mira obsesionado a través de la ventana y convierte en su musa. Por si fuera poco, los padres divorciados de Sally también tienen lo suyo. Helena al ser abandonada (Jones) se aferra a una vidente para saber cómo seguir su vida y Alfie (Hopkins) a Charmaine (Punch), una joven que dice ser “actriz” y bien da en su look y sus maneras para servicio de acompañante, con esa mezcla estereotípica de sexualidad y berretada.
Merced a este cóctel de personajes burgueses con ínfulas de intelectualismo, poco psicoanálisis y muchas traiciones y mentiras y algunas represiones, Allen se sumerge en este tiempo donde la cuestión es creer en el azar y los adivinos, una religión que echa mano a la new age y suplanta las decisiones propias (y los riesgos que conllevan) por signos fáciles de sobreinterpretar. Y donde siempre lo mejor está en manos de los otros.
Sin llegar a esa batería de diálogos chispeantes e inteligentes que son su marca de fábrica, el guión entrega algunas frases para el recuerdo y algunos momentos sumamente divertidos (la presentación de Charmaine, la discusión entre suegra y yerno con la noticia del rechazo de la nueva novela). Y Allen vuelve a demostrar su estilo en la construcción de puestas en escenas donde la cámara fija se inmiscuye entre los personajes que entran y salen en movimientos coreografiados. Y es fácil reconocer en inglés esas líneas que parecen pertenecer a otro tiempo, llenas de florituras y de un vocabulario de alguien leído y cultor de la palabra.
La voz en off (un tanto excedida) que enlaza las escenas y nos hace seguir a los personajes expone una revisitación de una cita shakesperiana que fue también el epígrafe de El sonido y la furia de William Faulkner: la vida es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no significa nada. Y de alguna manera todo el metraje intenta fundamentar tal enunciado.
Trasladado en esta ocasión nuevamente a Londres (por obra y gracia de sus productores), quizá Woody sufra estas mudanzas construyendo escenarios (bellamente visuales pero poco funcionales a la trama) de los paisajes europeos, y uno añore esa verdad que supo construir en y sobre New York, pero algo vuelve a exponerse: sus compatriotas suelen ser unos energúmenos y Francia es su Meca.