El efecto placebo
La voz en off al comienzo de Conocerás al hombre de tus sueños no es otra cosa que el credo de Woody Allen: “La vida estaba llena de ruido y furia, y al final no significaba nada”. La sentencia es de Macbeth, de Shakespeare, pero, más que sumirse en la tragedia y en un nihilismo pesimista, Allen intentará aquí discernir cómicamente cómo soportar tal clarividencia filosófica.
Alfie (Hopkins) y Helena (Jones) se acaban de separar tras 40 años de matrimonio. Su hija y su yerno, una curadora y un escritor en crisis, no son un contraejemplo: sin hijos, Sally (Watts) necesita un cambio, y Roy (Brolin), inspiración (y dinero), y creerá encontrarla en la vecina de la ventana del edificio del frente, una bella mujer india (Pinto) a punto de casarse.
Como suele suceder en los filmes de Allen, todos los personajes son de clase media y ligeramente intelectuales, aunque en esta ocasión, crítica pero respetuosamente, incluirá un par de personajes simpatizantes del espiritismo y la reencarnación. Helena depositará el destino de su vida en la lectura de su swami privado, una tarotista simpática a quien le paga mucho menos que a un psicoanalista, y que predecirá un futuro encuentro amoroso. Mientras tanto, Alfie creerá amar a una prostituta que dice haber disfrutado de su oficio (una recurrente fantasía machista de Allen), del mismo modo que su hija, Sally, albergará la ilusión de enamorarse de su nuevo jefe (Banderas), el director de una galería de arte, poco feliz con su núcleo familiar y demasiado seductor para elegir a una sola mujer. Éstas son las criaturas de Allen: infelices, crédulas, y moderadamente vulnerables.
En la tercera película de Allen en la capital inglesa (menos pretenciosa que la sobrevalorada Match point y más consistente que Scoop), Londres casi permanece invisible, no así sus rasgos estilísticos: en los primeros 30 minutos Allen demuestra destreza para capturar la interacción de los personajes en espacios reducidos, fluidez narrativa y cierto ingenio en algunas líneas de diálogo. Un zoom casi imperceptible sobre el rostro de Brolin para registrar el impacto de una mala noticia, o una conversación entre él y su vecina en profundidad de campo son decisiones que insinúan una inquietud y elegancia formal que paulatinamente se diluye en sintonía con un ostensible desajuste narrativo.
Como en todas las películas de Allen, su “virtud”, como señaló el crítico Jonathan Rosenbaum, consiste en hacer sentir al espectador más inteligente que los personajes. Conocerás al hombre de tus sueños no es la excepción, aunque aquí la empatía respecto de los personajes es mayor, quizás porque Alfie sea un poco su doble, una hipótesis imposible de verificar pero no de imaginar.
La legítima virtud del viejo Allen en esta ocasión reside en proponer algunas intuiciones sobre la conducta humana e intentar representarlas. Somos lo que creemos y lo que no sabemos que creemos. El Yo no tiene creencias sino que las creencias son el Yo y lo constituyen.
A su vez, la indescifrable gramática del deseo puede convertir a una desconocida en un destino posible, un rechazo amoroso puede devenir en proyecto profesional, una separación en un descubrimiento metafísico.
Al final, Allen se decidirá por una concepción pragmatista de la creencia. Si lo que creemos funciona, entonces es útil y por lo tanto verdadero. O en palabras de Allen: “A veces las ilusiones funcionan mejor que la medicina”.