Dicen que cuando no tenemos nada bueno que decir de alguien o de algo, mejor es no decir nada. Me encantaría reservarme el derecho de opinión de esta última producción de Woody Allen, pero si hiciera ello no tendría sentido esta intro, y mucho menos el breve análisis que sigue a continuación.
Mi reino por una idea. Son muchos los directores que filman siempre la misma película. Y en esa lista no sería extraño encontrarnos con Woody Allen. Con “Conocerás al hombre de tus sueños”, su última película, volvemos a descubrir personajes obsesionados por la juventud y por el anhelo de conseguir la felicidad, o traumados por la falta de inspiración y el miedo de hundirse en una existencia vacía. Nos gusta adentrarnos en esas historias, aunque en determinados puntos se parezcan mucho a otras ya vistas; y precisamente nos gustan, porque se asemejan mucho a nuestras propias experiencias.
Sin embargo, el problema de esta producción no es su historia en sí, sino el modo desganado, mecánico, y desprovisto de sorpresas con el que el director neoyorquino nos ofrece mostrarnos los conflictos de las parejas protagonistas.
Esta vez, vuelve a filmar en Londres y opta nuevamente por contarnos una historia coral. Lamentablemente no he tenido oportunidad de ver su penúltima película- que si no me equivoco no se ha estrenado comercialmente en nuestro país- “Whatever Works”, filmada en Nueva York y con un guión escrito por Allen en los años ´70. Pero de su último período, me quedo sin lugar a dudas con “El sueño de Cassandra”, un film de guión preciso, lleno de la energía que a su último trabajo le falta, donde tanto los momentos de risa como los de drama son genuinos y uno se deja arrebatar por ellos de modo natural, sin esfuerzo alguno. Y donde incluso, hay licencias poéticas que Woody Allen se permite.
Todo o nada. Cuando la idea no es del todo original, el guión sufre falencias elementales, y el desgano parece adueñarse del director en cuestión, la responsabilidad de sacar adelante un film recae irremediablemente en los actores, a veces ayudados por el trabajo de fotografía, el montaje, la música o alguna cuestión referente a la producción artística. En “Conocerás al hombre…” Anthony Hopkins y Gemma Jones son los encargados de dotar al film de cierto carisma y solvencia. En cambio la pareja de Naomi Watts y Josh Broslin no consigue trasmitir siquiera una pizca del desapego, enfado, rutina y desamor que su relación sufre- entre otras cosas- por la falta de estabilidad laboral y un poco también por la falta de hijos. Ambos aparecen desaprovechados, ella por escasez de matices, de fuerza dramática y humor; él aunque con algún que otro buen momento, porque no logra despegarse de una performance comedida y tibia, temerosa de cargar demasiado las tintas sobre alguna de las varias aristas que propone el personaje. Seamos sinceros, tampoco ayuda mucho Freida Pinto como musa de Broslin para desbaratar su ya conflictivo mundo de escritor/marido frustrado. Digamos que la química entre ellos brilla por su ausencia, por lo que esa relación más amistosa que pasional o amorosa, aparece ante los ojos del espectador como poco creíble. Antonio Banderas no queda fuera del grupo de los actores malogrados, aunque lo salve el rol secundario que le toca encarar.
Aún así, la conjunción de actores es por demás interesante. Ver en una misma escena a Hopkins, Watts y Broslin suma. Es cuando uno desmenuza la labor de alguno de ellos por separado, cuando la cosa no convence y nos quedamos pidiendo o esperando algo más. La apuesta fuerte de Allen a un todo o nada signado por la interpretación, queda tambaleante, con fuertes chances de caer de lleno en más de una secuencia.
Como Madame Bovary. Para quienes hayan leído éste clásico de la literatura escrito por Gustave Flaubert, recordarán el afán de Emma por leer novelas románticas, afán que inevitable y más tarde trágicamente, la llevarían a olvidar su propio mundo. No hay nada trágico en “Conocerás al hombre de tus sueños”, y aunque la película no es buena, tampoco podríamos decir que sea una tragedia verla. Pero sí es muy probable- y hasta me animaría a decir que muy fácil- sentir que nos ocurre algo similar a Bovary.
Como mencionábamos antes, el guión no es redondo, y no faltan sobre todo hacia el final, un montón de cabos que no se terminan de entrelazar. No se entiende porque hay secuencias dedicadas a mostrarnos situaciones que tienen que ver con personajes secundarios, mientras se opta por elipsis en situaciones inherentes a los personajes más importantes. En todo caso, y a causa de esa intención o necesidad de filmar la misma película, Allen nos empuja, nos arrastra, y hasta nos obliga a recordar otras imágenes, otros personajes, otros actores y locaciones, en definitiva otras versiones mucho más acabadas y brillantes de su filmografía. Si Madame Bovary perdía el hilo conductor de su vida a causa de las lecturas románticas, nosotros perdemos el hilo conductor de la película, bien porque no lo tiene (podría ser una opción) o bien porque surge en nosotros una suerte de memoria fílmica/emotiva que nos lleva a los mejores momentos de Woody Allen, tal vez con la intención de preservarlo o preservarnos..