En el inicio de la película, Milla Jovovich se presenta como ella misma avisando que lo que el espectador esta por ver resultara perturbante e inquietante. Esta advertencia era algo común en películas de terror o de suspenso clase B de hace mas medio siglo donde con dos pesos de presupuesto aparecía un Boris Karloff y nos daba el susto del siglo.
En la época actual no tenemos esa suerte. Hoy el terror “fuera de campo” es lo que predomina en estas “inquietantes” producciones de bajo presupuesto (10Millones de dólares en este caso, de los que suponemos que gran parte de ellos fueron el sueldo de Jovovich) influenciadas por el aburrido cine de terror oriental. Para peor, Olatunde Osunsanmi pretendió hacer convivir un falso documental sobre una serie de sucesos inexplicables en Alaska sobre desapariciones de personas y posibles abducciones extraterrestres con entrevistas varias, sesiones de hipnosis, cámaras policiales y otro tipo de declaraciones, con la ficción del mismo fake. Y quiso “revolucionar el genero” narrando en paralelo, con pantalla dividida entre las dos formas narrativas a lo largo de toda la película. Cambiando el punto de vista saltando de la Abbey Tyler ficción a la Abby Tyler documental hasta hacerlo confuso, deliberado e imposible.
Este esperpento mezcla de The Blair Witch Project con el peor y repetitivo cine de terror oriental pone en juego la megalomanía de su director que además de ser el entrevistador en el falso documental ( manejando la narración también desde adentro) puso en escena dos películas cuando ni siquiera tenia una. No tenia personajes, no tenía final, no tenia nada. Solo un montaje antojadizo y el “miedo al fuera de campo”. Cuanto daño hizo el cine de terror oriental al genero, hoy parece ser que Hollywood no encuentra alternativas a esta estructura narrativa (recordemos la recientemente bochornosa Actividad Paranormal) y salvo algún oasis en el desierto, este tipo de películas parecen heridas de muerte.